Estamos en los 70 y esto es prácticamente un telefilm, pero también es una película de terror, y no precisamente de clase media sino de la aristocracia del género.
No es una obra rebosante de recursos cinematográficos, pero cuando nos disponemos a ver una película de terror lo que queremos es precisamente eso, sentir terror; y ahí es cuando "La centinela" aparece.

La escena en la que la chica se despierta a media noche y recibe una desagradable visita es antología y no apta para ver a solas durante la noche, y menos si se posee una vejiga delicada, porque habría que levantarse para ir al baño, y encender quizás la luz del pasillo ...

Cuenta la leyenda que Michael Winner utilizó auténticos freaks para la escena final, bastante sobrecogedora ella; aunque ese no sea el cenit de esta obra magna del terror.

Dice una frase algo así como que todos tenemos miedo hasta que sabemos a lo que tememos, y ahí radica la majestuosidad del film, en el mal latente que parece impregnar cada fotograma de la película haciéndonos desconfiar de cada personaje que surge ante nosotros, igual que desconfía la protagonista en casa de sus vecinas, auténtico climax de angustia que rompe todos los esquemas de raciocinio conocidos hasta la fecha.

Y es que a veces las incoherencias y las banalidades pueden llegar a acojonar, porque, al fin y al cabo, para qué explicar lo inexplicable.