Darren Aronofsky le hace bien al cine.
No es un director para todos los estómagos, eso está más que claro.

Pretender convertir al director en un creador de Blockbusters es matarlo sin más.
Darren está llamado a ser un director de culto tal cual lo muestra toda su obra.
Posiblemente The Wrestler (El Luchador) sea el único vestigio de su conexión con la realidad lisa y llana.
El resto de sus films (Requiem para un sueño, La fuente de la vida y El Cisne Negro) parecen sacados de la mente más rebuscada que pueda existir. En la línea de David Lynch, nada de lo creado por él parece para cualquier estómago.

"Pi" es su ópera prima, y muestra sus convicciones desde el primer fotograma.
Max es un matemático que piensa que cada hecho, cada persona y cada cosa, que ocurren en el universo están signados por una fórmula matemática. Nada está librado al azar y él decide descubrir el origen de las cosas; todo a través de los números.

En su investigación parece encontrar un patrón que le permite realizar un gran descubrimiento.
A partir de ese momento comenzará a vincularse con sectores extremos de la sociedad, y será perseguido por su descubrimiento.

La línea entre la cordura y la locura, como ocurre en cada uno de sus films, se vuelve tan fina que ya no puede percibirse.

Gran presentación de este excelente director en la pantalla grande, lejos de los productos comerciales, arriesgando desde el primer paso.

Para quienes consideramos que su talento es enorme, esta apuesta sólo reivindica que lo bueno y lo popular a veces no van de la mano.