Bueno, veo las críticas escritas por algunos usuarios y lo primero que se me viene a la cabeza es que hoy en día ya tiene cuenta en FilmAffinity cualquiera, como quien la tiene en Instagram, Twitter, etc.

No sé si me da mas pena eso o sentir que la población está cada vez más lobotomizada, sedienta de grandes producciones con muchos tiros y explosiones o gracietas del nivel intelectual de caerse sobre una peladura de plátano.

Ver una película así y echarte unas risas, ver cómo le vuelan la cabeza a un tipo y demás, está bien, pero entender el cine como la oportunidad de tener un diálogo con el director, abrirte predispuesto a su juego, caer en él y dejar que haga contigo lo que quiera, haciéndote pasar por emociones que parecen casi prohibidas, sin nadie que le pare, estar a su antojo durante lo que dure la película...es otro nivel. Y también una lástima para los que no llegan.

Porque, al igual que yo seguramente no sea la persona más indicada para defender este tipo de cine, David Lowery, como dicen algunos, se ha venido un poco arriba y le ha podido la prepotencia, ha pecado de pretenciosidad y no ha conseguido el objetivo de ésta película.
Quizá en manos de un genio, habría calado hondo en mucha mas gente.Porque yo no seré el mejor crítico, David Lowery no será el mejor director, pero la idea que expone, cómo lo hace...Estoy seguro de que mientras rodaba la película, era plenamente consciente de las críticas que podría recibir, pero también era consciente de que llegaría a gente que fuese capaz de entender su esencia.


El cine debe ser no sólo una manera de entretener, si no también de hacernos pensar, de hacernos comprender un poco más del mundo en el que vivimos, de removernos por dentro, de hacernos sentir...
Estoy seguro que por ello a Lowery le darán igual las críticas de un público sediento de sustos y explosiones, porque ésta película no intenta llegar a ellos, intenta luchar contra lo que se está convirtiendo el cine, revindicar y de hecho incluso pienso que la escena esa de 6 minutos de la tarta, para joder. Un pulso al cinegocio en su derecho de utilizar el séptimo arte para jugar con el espectador, su mente y sus sentimientos.