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Drama
En los años 50, un padre afroamericano lucha contra los prejuicios raciales mientras trata de sacar adelante a su familia en una serie de eventos fundamentales en su vida para él y para los suyos. Denzel Washington lleva al cine una obra de teatro que ya interpretó en Broadway. (FILMAFFINITY)
26 de febrero de 2017
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una línea que separa el amor del temor. A lo largo de esta línea algunos elevan una cerca de respeto.
Troy Maxson es una de esas personas.
La vida no le ha dado ningún motivo para creer que las cosas pueden cambiar. Y menos aun si eres afroamericano y vives en una ciudad de Estados Unidos a mediados de los cincuenta. Es el trasfondo de una frustrada lucha de clases –obrera y, por supuesto, aquella que tiene que ver con el color de la piel–. Lo único que puedes hacer es aceptar las normas. Trabajas por un salario mísero. Sobrevives con una sonrisa en la boca. Bebes una botella de aguardiente cada viernes por la noche. Cantas un viejo blues sobre un perro bueno y obediente llamado Blue. Encuentras a una mujer que te proporciona un hogar donde descansar. Y luego… Bueno, luego elevas una cerca a lo largo de todo ello, a lo largo de esta pequeña región a la que consideras ‘tu vida’. Crees haber encerrado ahí dentro el amor. Apoyas la mano en los tablones. Compruebas que la verja está bien asentada. Y te reafirmas en tus principios. La sociedad no cambia. Sólo la valla te separa del temor. Y has construido esa valla con tablones de respeto. Sólo así resistirá el amor aquí dentro.
Salvo que tú no quieres estar encerrado ahí. No todo el tiempo.
Troy Maxson es una de esas personas.
La vida no le ha dado ningún motivo para creer que las cosas pueden cambiar. Y menos aun si eres afroamericano y vives en una ciudad de Estados Unidos a mediados de los cincuenta. Es el trasfondo de una frustrada lucha de clases –obrera y, por supuesto, aquella que tiene que ver con el color de la piel–. Lo único que puedes hacer es aceptar las normas. Trabajas por un salario mísero. Sobrevives con una sonrisa en la boca. Bebes una botella de aguardiente cada viernes por la noche. Cantas un viejo blues sobre un perro bueno y obediente llamado Blue. Encuentras a una mujer que te proporciona un hogar donde descansar. Y luego… Bueno, luego elevas una cerca a lo largo de todo ello, a lo largo de esta pequeña región a la que consideras ‘tu vida’. Crees haber encerrado ahí dentro el amor. Apoyas la mano en los tablones. Compruebas que la verja está bien asentada. Y te reafirmas en tus principios. La sociedad no cambia. Sólo la valla te separa del temor. Y has construido esa valla con tablones de respeto. Sólo así resistirá el amor aquí dentro.
Salvo que tú no quieres estar encerrado ahí. No todo el tiempo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
“Algunos construyen cercas para mantener alejada a la gente; otros, para mantener a la gente dentro”, le dice un viejo amigo a Troy.
Troy ha construido un cerca para encerrarse a sí mismo. Todo ha sido en vano. Nada en la vida le ha dado motivos para creer que las cosas puedan cambiar; menos aun, las personas. Incluido él. Sin embargo, si no se respeta a sí mismo, qué le queda en la vida.
Este es uno de los dilemas que afronta el personaje central de la obra de August Wilson. En esta pieza teatral, llevada al cine con pulso firme e intensidad interpretativa por Denzel Washington, todos los personajes aceptan las verjas que encierran sus vidas. El autor firma un texto fluido y extenso que los va hundiendo en sus contradicciones. El drama cae al final por su propio peso, como una enorme aglomeración de nieve acumulada en las ramas de un árbol. De golpe. Casi en silencio entre tanto exceso verbal.
La butaca de una sala de cine nos contaría una historia muy distinta de aquella otra que nos relataría la butaca de una sala de teatro. Esto es una obviedad. No obstante, sólo así se logra entender la apuesta de 360º de Denzel Washington por el libreto de August Wilson, venerando casi el entorno original para el que fue escrito. No obstante, cabe preguntarse si el director podría haber sacrificado elementos teatrales dentro de la dinámica propia del producto cinematográfico. Porque, sea también obvio o no, nos hemos sentado en la butaca de una sala de cine.
Lo que no se resiente, claro, son las interpretaciones. Todas. Hablemos de Rose, la mujer de Troy, cuya complejidad emocional irá creciendo hasta revelarse pieza clave para comprender el poso final de ‘Fences’. En el epílogo, Viola Davis hace valer cada uno de los minutos de su actuación con una entereza descorazonadora.
“No sabía cómo mantener su fuerza así que tuve que darle pequeñas partes de mí”, se justifica Rose en relación a su marido, “Fue lo que la vida me ofreció como mujer y lo acepté.”
Quien está delante de ella en esta conversación final es Cory, el joven hijo del matrimonio. Cory será quien salga más malherido del conflicto. La coraza de la madurez todavía no está armada.
Sólo años más tarde entenderá el significado de la cerca levantada por su padre. No le será fácil perdonarle, ver amor donde había sentido tanto temor.
No le será fácil. Nada fácil.
Por eso son tan importantes las palabras de Rose. Cory debe aceptar que su padre ha sido parte de él, que es parte de él, que lo será siempre. Pero él no es Troy. Él representa una sociedad que lo cambiará todo. O, al menos, que lo intentará con todas sus fuerzas.
Lograr aquello que tanto temía su padre tal vez sea la única forma de demostrarle su amor.
La única manera de derribar la cerca que los separa.
Porque hay una línea que separa a padres e hijos. A lo largo de esta línea algunos padres elevan una cerca de respeto.
Troy Maxson era una de esas personas.
Más críticas diferentes en:
https://unacriticadiferente.wordpress.com/
Troy ha construido un cerca para encerrarse a sí mismo. Todo ha sido en vano. Nada en la vida le ha dado motivos para creer que las cosas puedan cambiar; menos aun, las personas. Incluido él. Sin embargo, si no se respeta a sí mismo, qué le queda en la vida.
Este es uno de los dilemas que afronta el personaje central de la obra de August Wilson. En esta pieza teatral, llevada al cine con pulso firme e intensidad interpretativa por Denzel Washington, todos los personajes aceptan las verjas que encierran sus vidas. El autor firma un texto fluido y extenso que los va hundiendo en sus contradicciones. El drama cae al final por su propio peso, como una enorme aglomeración de nieve acumulada en las ramas de un árbol. De golpe. Casi en silencio entre tanto exceso verbal.
La butaca de una sala de cine nos contaría una historia muy distinta de aquella otra que nos relataría la butaca de una sala de teatro. Esto es una obviedad. No obstante, sólo así se logra entender la apuesta de 360º de Denzel Washington por el libreto de August Wilson, venerando casi el entorno original para el que fue escrito. No obstante, cabe preguntarse si el director podría haber sacrificado elementos teatrales dentro de la dinámica propia del producto cinematográfico. Porque, sea también obvio o no, nos hemos sentado en la butaca de una sala de cine.
Lo que no se resiente, claro, son las interpretaciones. Todas. Hablemos de Rose, la mujer de Troy, cuya complejidad emocional irá creciendo hasta revelarse pieza clave para comprender el poso final de ‘Fences’. En el epílogo, Viola Davis hace valer cada uno de los minutos de su actuación con una entereza descorazonadora.
“No sabía cómo mantener su fuerza así que tuve que darle pequeñas partes de mí”, se justifica Rose en relación a su marido, “Fue lo que la vida me ofreció como mujer y lo acepté.”
Quien está delante de ella en esta conversación final es Cory, el joven hijo del matrimonio. Cory será quien salga más malherido del conflicto. La coraza de la madurez todavía no está armada.
Sólo años más tarde entenderá el significado de la cerca levantada por su padre. No le será fácil perdonarle, ver amor donde había sentido tanto temor.
No le será fácil. Nada fácil.
Por eso son tan importantes las palabras de Rose. Cory debe aceptar que su padre ha sido parte de él, que es parte de él, que lo será siempre. Pero él no es Troy. Él representa una sociedad que lo cambiará todo. O, al menos, que lo intentará con todas sus fuerzas.
Lograr aquello que tanto temía su padre tal vez sea la única forma de demostrarle su amor.
La única manera de derribar la cerca que los separa.
Porque hay una línea que separa a padres e hijos. A lo largo de esta línea algunos padres elevan una cerca de respeto.
Troy Maxson era una de esas personas.
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