Media votos
7,1
Votos
95
Críticas
16
Listas
1
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Ano García:
10
5,8
12.890
Ciencia ficción. Acción
En la sociedad del futuro el concepto del concurso de televisión es llevado a un extremo cruel. Los concursantes, la mayoría prisioneros obligados a participar, deben huir de matones en un terreno restringido, seguidos por las cámaras y una audiencia sangrienta. Ninguno sobrevive para recoger el premio hasta que un hombre injustamente acusado, Ben Richards (Arnold Schwarzenegger), empieza a ganar a los asesinos y a tener el apoyo de la ... [+]
1 de enero de 2022
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Running Man” explota una de las posibilidades más jugosas de la ciencia ficción: utilizar el futuro para llevar el presente al absurdo. Así, desde 1987 nos traslada a 2019 para hacer una sátira despiadada contra el espectáculo mediante su simplificación y exageración.
La historia sigue las peripecias de Ben Richards (Schwarzenegger), ex policía condenado por una matanza que no ha cometido, pero por la que el Gobierno y la televisión le inculpan para esconder la verdad. Richards “descubre” la realidad en un proceso a día de hoy hecho meme como “tomar la pastilla roja”, por el que se pasa de ser “integrado” a “apocalíptico” según la famosa tipología de Umberto Eco.
Según “La semilla inmortal” (2006), donde Jordi Balló y Xavier Pérez analizan las tramas clásicas del cine, estamos ante una historia tipo “En el interior del laberinto”: “Un hombre solo enfrentado a una estructura universal, opaca e inmóvil (…) en un mundo interconectado donde no hay lugar posible para la huida”. Es el caso de “Fahrenheit 451”, “Sleeper”, “Soylent Green”, “Logan’s Run”, “Brazil”, “They live”, “Fortress”, “The Arrival”, “Dark City”, “Matrix”, “Equilibrium”, “Minority Report”, “Oblivion” o “Free Guy”, entre otras.
En este tipo de historias nos encontramos con un poder tiránico pero legitimado, donde la ciudadanía no es consciente de su sometimiento y vive en un equilibrio a veces apacible, otras menos, pero sin suficientes motivos para rebelarse. A pesar de su mano dura, el poder ejerce una función de cohesión social y previene de males mayores, como la insurrección absoluta o el reparto de recursos naturales escasos. El control del poder sobre la población tiene tres capas: (1) medios de comunicación y trabajo para las masas, (2) burocracia y ostracismo para quien hace preguntas y (3) fuerza para los disidentes.
Tras establecer el clima, el desarrollo comienza cuando un individuo o grupo se da cuenta del engaño del mundo en el que vive. Durante el nudo los protagonistas tratan de sobrevivir entre los tres niveles de control, llegando a su objetivo (victorioso o malogrado) en el desenlace: bien emancipar a la población, derrocar al tirano o simplemente conseguir una libertad individual negada.
Aunque este patrón es común, algunas historias dan más peso a unos niveles de control que a otros. En “The Running Man”, como película arquetípica, los tres están bien definidos y constituyen una excelente sátira de la época en que se produjo.
1. MANIPULACIÓN MEDIÁTICA
Prescriptora en la pantalla: "ICS, tu canal de entretenimiento e información, te recuerda que ver es creer".
Estamos en un mundo totalmente manipulado por los medios de comunicación. Nadie se da cuenta, excepto los miembros de la resistencia, cuyo objetivo, en consecuencia, es tomar el control de la señal de televisión. Pero ¡oh! ellos mismos creen la desinformación vertida sobre Richards. Hasta las personas más subversivas son incapaces de escapar a la construcción mediática de la realidad. “La realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente”, diría Guy Debord.
2. BUROMUNDO
Amber: "No podrás ni salir de la manzana, no tienes pase."
Richards: "Tú tienes. Y ahora yo también."
Con una de sus cortantes respuestas, Richards le roba el pase a la protagonista femenina y lo reconfigura para su propio uso. Estamos ante el control buromundano, siempre distópico pero curioso de analizar desde la perspectiva de la reciente pandemia y las políticas de identidad: pases para moverse después del toque de queda o viajar, y productos culturales “desaconsejados”.
3. FUERZA
Richards: "¿No lo entiendes? Nunca nos dejarán salir de aquí con vida. No se lo pueden permitir."
Lo interesante de “The Running Man” es que une los tres niveles de control en uno solo: el propio espectáculo. Así, el programa de televisión que da título a la película se nutre de presos que se enfrentan a unos matones (“stalkers”) por la posibilidad de ganar un juicio o un indulto. Entre toma y toma nos (des)informan sobre sus fechorías, las viejas entran en éxtasis con sus stalkers favoritos y nos presentan las mejores opornunidades comerciales. El mundo real es igual de grotesco, pero sin distancia irónica.
Y en esta mezcla de acción, crítica e ironía es donde la película roza la perfección. No deja títere sin cabeza, incluida ella misma:
- La ultraviolencia del entretenimiento estadounidense de los 80. En su parodia se permite ir a lugares exageradísimos como el exquisito Dynamo: un enorme tipo ataviado con una armadura de soldado romano, incluyendo casco con cresta, pero hecha de metacrilato y cubierta de lucecitas parpadeantes, que canta ópera y lanza descargas eléctricas a distancia. Grotesco y necesario.
- El propio presentador del show, Richard Dawson, había sido durante años presentador de un concurso televisivo en la vida real.
- Los productos más deseados llevan el nombre de la clase dominante, “Cadre”. Lo cual evidencia la paradoja de la escuela de Frankfurt: las clases bajas imitan el modelo de consumo de las clases dominantes pero solo pueden hacerlo con sucedáneos baratos. La película desmonta esa paradoja: una sola “Cadre-Cola” cuesta 6 dólares.
(Sigo en spoilers por falta de espacio).
La historia sigue las peripecias de Ben Richards (Schwarzenegger), ex policía condenado por una matanza que no ha cometido, pero por la que el Gobierno y la televisión le inculpan para esconder la verdad. Richards “descubre” la realidad en un proceso a día de hoy hecho meme como “tomar la pastilla roja”, por el que se pasa de ser “integrado” a “apocalíptico” según la famosa tipología de Umberto Eco.
Según “La semilla inmortal” (2006), donde Jordi Balló y Xavier Pérez analizan las tramas clásicas del cine, estamos ante una historia tipo “En el interior del laberinto”: “Un hombre solo enfrentado a una estructura universal, opaca e inmóvil (…) en un mundo interconectado donde no hay lugar posible para la huida”. Es el caso de “Fahrenheit 451”, “Sleeper”, “Soylent Green”, “Logan’s Run”, “Brazil”, “They live”, “Fortress”, “The Arrival”, “Dark City”, “Matrix”, “Equilibrium”, “Minority Report”, “Oblivion” o “Free Guy”, entre otras.
En este tipo de historias nos encontramos con un poder tiránico pero legitimado, donde la ciudadanía no es consciente de su sometimiento y vive en un equilibrio a veces apacible, otras menos, pero sin suficientes motivos para rebelarse. A pesar de su mano dura, el poder ejerce una función de cohesión social y previene de males mayores, como la insurrección absoluta o el reparto de recursos naturales escasos. El control del poder sobre la población tiene tres capas: (1) medios de comunicación y trabajo para las masas, (2) burocracia y ostracismo para quien hace preguntas y (3) fuerza para los disidentes.
Tras establecer el clima, el desarrollo comienza cuando un individuo o grupo se da cuenta del engaño del mundo en el que vive. Durante el nudo los protagonistas tratan de sobrevivir entre los tres niveles de control, llegando a su objetivo (victorioso o malogrado) en el desenlace: bien emancipar a la población, derrocar al tirano o simplemente conseguir una libertad individual negada.
Aunque este patrón es común, algunas historias dan más peso a unos niveles de control que a otros. En “The Running Man”, como película arquetípica, los tres están bien definidos y constituyen una excelente sátira de la época en que se produjo.
1. MANIPULACIÓN MEDIÁTICA
Prescriptora en la pantalla: "ICS, tu canal de entretenimiento e información, te recuerda que ver es creer".
Estamos en un mundo totalmente manipulado por los medios de comunicación. Nadie se da cuenta, excepto los miembros de la resistencia, cuyo objetivo, en consecuencia, es tomar el control de la señal de televisión. Pero ¡oh! ellos mismos creen la desinformación vertida sobre Richards. Hasta las personas más subversivas son incapaces de escapar a la construcción mediática de la realidad. “La realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente”, diría Guy Debord.
2. BUROMUNDO
Amber: "No podrás ni salir de la manzana, no tienes pase."
Richards: "Tú tienes. Y ahora yo también."
Con una de sus cortantes respuestas, Richards le roba el pase a la protagonista femenina y lo reconfigura para su propio uso. Estamos ante el control buromundano, siempre distópico pero curioso de analizar desde la perspectiva de la reciente pandemia y las políticas de identidad: pases para moverse después del toque de queda o viajar, y productos culturales “desaconsejados”.
3. FUERZA
Richards: "¿No lo entiendes? Nunca nos dejarán salir de aquí con vida. No se lo pueden permitir."
Lo interesante de “The Running Man” es que une los tres niveles de control en uno solo: el propio espectáculo. Así, el programa de televisión que da título a la película se nutre de presos que se enfrentan a unos matones (“stalkers”) por la posibilidad de ganar un juicio o un indulto. Entre toma y toma nos (des)informan sobre sus fechorías, las viejas entran en éxtasis con sus stalkers favoritos y nos presentan las mejores opornunidades comerciales. El mundo real es igual de grotesco, pero sin distancia irónica.
Y en esta mezcla de acción, crítica e ironía es donde la película roza la perfección. No deja títere sin cabeza, incluida ella misma:
- La ultraviolencia del entretenimiento estadounidense de los 80. En su parodia se permite ir a lugares exageradísimos como el exquisito Dynamo: un enorme tipo ataviado con una armadura de soldado romano, incluyendo casco con cresta, pero hecha de metacrilato y cubierta de lucecitas parpadeantes, que canta ópera y lanza descargas eléctricas a distancia. Grotesco y necesario.
- El propio presentador del show, Richard Dawson, había sido durante años presentador de un concurso televisivo en la vida real.
- Los productos más deseados llevan el nombre de la clase dominante, “Cadre”. Lo cual evidencia la paradoja de la escuela de Frankfurt: las clases bajas imitan el modelo de consumo de las clases dominantes pero solo pueden hacerlo con sucedáneos baratos. La película desmonta esa paradoja: una sola “Cadre-Cola” cuesta 6 dólares.
(Sigo en spoilers por falta de espacio).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
DESENLACE
Operador de TV: “Esto es lo que odio. Problemas en el tercer acto.”
Efectivamente, el tercer acto del programa no se resuelve como debía, y la resistencia logra interferir en la señal del satélite, emitiendo una remezcla del show al mejor estilo culture jamming. La resistencia libera al Pueblo y derroca al tirano, y Richards consigue libertad.
Lo interesante es que este film es lo directo de su sátira. Veamos el speech final de Killian, el presentador del programa: “Esto es solo TV. La gente no importa, sino los índices de audiencia. Durante 50 años les hemos dicho lo que deben comer, lo que deben beber, cómo deben vestirse. Por Dios, ¿no lo entiendes? A la gente les encanta la TV. Crían a sus hijos con ella. Les encantan los concursos, la WWF, los deportes y la violencia. ¡Solo les damos lo que quieren!”
El mensaje no puede ser más directo. ¿Corren los espectadores a leer a Chomsky? Lo interesante es cómo el sistema se permite, desde su mismísimo corazón, narrar un acto subversivo contra sí mismo: tan seguro está de su infalibilidad.
Hollywood es el epicentro de la construcción simbólica del mundo. El cine ha permitido a EE.UU. extender un imperio más grande que cualquier otra metrópoli anterior. Al usar el símbolo antes que la bala (como en los tres niveles de control arriba expuestos) ha logrado un sistema muy eficaz de legitimación que une espiritualismo y materialismo al asociar los valores de la clase dominante a los productos publicitados, lo que a su vez somete voluntariamente a la población al trabajo para obtenerlos. En ese proceso todas las partes salen beneficiadas, produciendo una armonía social (como en el comienzo de todas las películas que he citado) que perdura en el tiempo (mientras haya recursos naturales, como fatídicamente advierten algunas de ellas, incluida “The Running Man”).
Por otra parte, los medios de comunicación son capaces de crear un sentimiento religioso, en el sentido de comunión multitudinaria . Las multitudes aclaman a Killian y abuchean a Richards (como en la vida real aclaman a Lola Flores o abuchean a La Manada, aunque todo nuestro conocimiento sobre ellos está mediado). Esa gente está ahí teniendo un sentimiento elevado en lugar de estar haciendo piquetes (como dice Killian), orinando en la calle o soltando piropos a las chicas (usted nombra el mal a evitar).
Por supuesto, el sistema no está exento de ser subvertido. Pero, ¿qué es la subversión? ¿Guerrilleros como estos, que toman al asalto los medios de producción narrativa, como demandaba Guy Debord? Me gusta la definición de los surrealistas: la no aceptación de los valores dominantes, que son los que legitiman la estructura de poder al trasmitirse a las clases dominadas por los medios de producción narrativa. Es lo que sumariza Richards en su respuesta a Killian cuando este le ofrece ser un stalker: “Te haré comer ese contrato. Pero espero que te quede espacio para mi puño, porque te lo voy a embutir en el estómago hasta romperte la puta columna”. Richards desprecia lo que todo el mundo quiere. Claro que el tono es demasiado musculitos, pero esa es la esencia de la película. Es lo bueno de la ironía, que todo lo dice y lo deja de decir a la vez.
En fin, lo bueno del sistema capitalismo-medios y su producto publicidad-trabajo es que es autocontenido: toda crítica es rápidamente convertida en un elemento de entretenimiento primero y de consumo después, para el gozo de los propios revolucionarios. Como anuncia Neil Postman en “Amusing ourselves to death” (1985): para que un producto cultural crítico llegue a un público suficientemente grande debe ser muy entretenido. Por tanto, “el acto crítico en sí sería, al final, apropiado por la propia televisión, sus protagonistas se convertirían en celebridades, aparecerían en películas y acabarían haciendo anuncios”.
Así que lo digo ya: el capitalismo es sin duda el mejor sistema de dominio mundial porque es el único que permite reírse de si mismo. Y esta película merece un 10.
Operador de TV: “Esto es lo que odio. Problemas en el tercer acto.”
Efectivamente, el tercer acto del programa no se resuelve como debía, y la resistencia logra interferir en la señal del satélite, emitiendo una remezcla del show al mejor estilo culture jamming. La resistencia libera al Pueblo y derroca al tirano, y Richards consigue libertad.
Lo interesante es que este film es lo directo de su sátira. Veamos el speech final de Killian, el presentador del programa: “Esto es solo TV. La gente no importa, sino los índices de audiencia. Durante 50 años les hemos dicho lo que deben comer, lo que deben beber, cómo deben vestirse. Por Dios, ¿no lo entiendes? A la gente les encanta la TV. Crían a sus hijos con ella. Les encantan los concursos, la WWF, los deportes y la violencia. ¡Solo les damos lo que quieren!”
El mensaje no puede ser más directo. ¿Corren los espectadores a leer a Chomsky? Lo interesante es cómo el sistema se permite, desde su mismísimo corazón, narrar un acto subversivo contra sí mismo: tan seguro está de su infalibilidad.
Hollywood es el epicentro de la construcción simbólica del mundo. El cine ha permitido a EE.UU. extender un imperio más grande que cualquier otra metrópoli anterior. Al usar el símbolo antes que la bala (como en los tres niveles de control arriba expuestos) ha logrado un sistema muy eficaz de legitimación que une espiritualismo y materialismo al asociar los valores de la clase dominante a los productos publicitados, lo que a su vez somete voluntariamente a la población al trabajo para obtenerlos. En ese proceso todas las partes salen beneficiadas, produciendo una armonía social (como en el comienzo de todas las películas que he citado) que perdura en el tiempo (mientras haya recursos naturales, como fatídicamente advierten algunas de ellas, incluida “The Running Man”).
Por otra parte, los medios de comunicación son capaces de crear un sentimiento religioso, en el sentido de comunión multitudinaria . Las multitudes aclaman a Killian y abuchean a Richards (como en la vida real aclaman a Lola Flores o abuchean a La Manada, aunque todo nuestro conocimiento sobre ellos está mediado). Esa gente está ahí teniendo un sentimiento elevado en lugar de estar haciendo piquetes (como dice Killian), orinando en la calle o soltando piropos a las chicas (usted nombra el mal a evitar).
Por supuesto, el sistema no está exento de ser subvertido. Pero, ¿qué es la subversión? ¿Guerrilleros como estos, que toman al asalto los medios de producción narrativa, como demandaba Guy Debord? Me gusta la definición de los surrealistas: la no aceptación de los valores dominantes, que son los que legitiman la estructura de poder al trasmitirse a las clases dominadas por los medios de producción narrativa. Es lo que sumariza Richards en su respuesta a Killian cuando este le ofrece ser un stalker: “Te haré comer ese contrato. Pero espero que te quede espacio para mi puño, porque te lo voy a embutir en el estómago hasta romperte la puta columna”. Richards desprecia lo que todo el mundo quiere. Claro que el tono es demasiado musculitos, pero esa es la esencia de la película. Es lo bueno de la ironía, que todo lo dice y lo deja de decir a la vez.
En fin, lo bueno del sistema capitalismo-medios y su producto publicidad-trabajo es que es autocontenido: toda crítica es rápidamente convertida en un elemento de entretenimiento primero y de consumo después, para el gozo de los propios revolucionarios. Como anuncia Neil Postman en “Amusing ourselves to death” (1985): para que un producto cultural crítico llegue a un público suficientemente grande debe ser muy entretenido. Por tanto, “el acto crítico en sí sería, al final, apropiado por la propia televisión, sus protagonistas se convertirían en celebridades, aparecerían en películas y acabarían haciendo anuncios”.
Así que lo digo ya: el capitalismo es sin duda el mejor sistema de dominio mundial porque es el único que permite reírse de si mismo. Y esta película merece un 10.