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España España · Madrid
Voto de Mengo:
1
Drama Una mujer a la que le ha tocado la lotería se casa con un presunto dentista. El novio abandonado lo acusa de no tener licencia para ejercer como tal. A causa de ello, el matrimonio vive con dificultades, pero la mujer ahorra compulsivamente. Finalmente, la avaricia y los celos desembocarán en tragedia. Existen dos versiones: la censurada, de dos horas y media, y la completa, de cuatro horas. (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2013
24 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas películas en la historia del cine son tan aburridas. Y urge decirlo porque tanto la puntuación como las críticas de esta película pecan de discriminación positiva hacia el cine clásico. Y no sigan con que está hecha en 1924, cuando de sobra sabemos que para entonces ya se hacían joyas como “Las tres luces” (Fritz Lang, 1921).

La reconstrucción de la película por Turner Entertainment en 1999 (grandísima labor de restauración, por otro lado) extiende a cuatro horas la estrenada en 1924. Sobre esta, cabe decir que Irving Thalberg, productor de la película, fue una de las pocas víctimas se tragó la versión de nueve horas y media montada por el director en un primer momento. Y comprendiendo que el cine no era un instrumento de tortura, quemó algunos rollos para comercializar el metraje en dos horas y media. A Stroheim no le gustó. Le dijo que ya no le ajuntaba. Creo.

Erich von Stroheim era un vienés muerto de hambre y con cara de malo cuando llegó a Hollywood en 1914. Trabajaba como “malo” y se inventó un “von” en su apellido que sostuviera sus aires de hidalgo austríaco. Ocho años más tarde rodaba 96 horas de vídeo para esta película. Sin más guion que el libro “McTeague” de F. Norris, supongo letra por letra. Viendo el final de “El crepúsculo de los dioses” (Billy Wilder, 1950), donde interpreta a un director de cine mudo olvidado y reducido a mayordomo, es fácil imaginarlo en su vida real.

El resultado es un visionado que se asemeja al paso del Valle de la Muerte por dos de los protagonistas: con la esperanza seca y la pantalla del televisor quemándote la piel.
Mengo
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