Desde el primer fotograma esta película transmite una sensación indescriptible que hasta hoy sigo experimentando simplemente viendo el cartel de la película.
El gris del cielo de Ginebra, la belleza serena de Irene Jacob, las imágenes llenas de significados, y una historia que nos deja con ganas de más, pero al mismo tiempo con sensación de plenitud.
De toda la trilogía es sin duda la más absorbente, la más enigmática, y sin duda la más bonita de todas.
Nos quedamos sin saber en qué esfera del tiempo nos movemos, y si las coincidencias son sólo eso, o hay más detrás de todo.
Personalmente pienso que el director nos da más que pruebas de que hay un componente en la historia que no podremos entender pero que se niega a explicarnos, simplemente para hacer de ella una película misteriosa que nunca podremos olvidar. Y lo consigue.
¿De quién se enamora Valentine en realidad?
¿Cómo una marca de chicles puede hacer un cartel publicitario tan sumamente existencial?
Y muchas otras cosas más me hubiera gustado preguntar al director...
Para quien no la haya visto, no te prives de la magia cuando la tienes tan cerca.