Recién llegada al catálogo de Netflix, 'Code 8' se presenta como una nueva propuesta de ciencia ficción, que si bien de nueva tiene muy poco, al menos se las ingenia para presentar un relato sólido y atrapante.
Dirigida por Jeff Chan y protagonizada por Robbie Amell ('Arrow'), la historia nos traslada a un mundo distópico, donde algunas personas pueden tener la 'dichosa' capacidad de nacer con superpoderes muy particulares. Y decimos 'dichosa' entre comillas, porque no es que se trate de una virtud, sino que debido a algunos eventos trágicos del pasado, estas personas son aisladas de la sociedad y obligadas a vivir al borde de la marginalidad.
Como no podía ser de otra manera, nuestro protagonista es una de esas personas, pero posee aún un problema mayor: Su madre tiene cáncer y la única forma de obtener el dinero del tratamiento, es ofreciendo sus habilidades a organizaciones delictivas.
El eterno debate moral de hasta dónde puede llegar una persona por ayudar a su familia se vuelve a reeditar, aunque como la mayoría de lo que sucede en la película, de una forma excesivamente lineal.
Sin embargo, esta falta de profundidad y de complejidad, alcanza a convertirse en una de las principales virtudes del film. 'Code 8' se hace fuerte a partir de un guión simple y concreto, que mantiene una estructura sólida a lo largo de sus 100 minutos. Jeff Chan decide evitar el desarrollo de toda línea argumental que pudiera opacar la historia troncal de la película. Deja algunas pinceladas críticas hacia la discriminación, el sistema de salud público, o el control policial, pero nunca parecen importarle realmente esos aspectos. Prefiere evitar riesgos argumentales, conduciendo por un sendero seguro, bastante confiado de que sea el camino al éxito.
Y si bien, esta liviandad hará imposible que 'Code 8' permanezca en la memoria cinematográfica, al menos logrará propiciar una experiencia disfrutable para todo tipo de espectador.

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