Winter’s Bone es la segunda película de la directora Debra Granik. Y de momento ha conseguido seguir siendo fiel a una forma de hacer y entender el cine, que desgraciadamente ya no es lo que era. Hace ya tiempo que el cine independiente americano ha dejado de ser un reducto de creatividad y libertad para convertirse en una fórmula llena de lugares comunes. Winter’s Bone viene a demostrar que todavía quedan creadores inquietos con ganas de afrontar historias ásperas e incómodas al margen de toda moda.
En este caso la acción de Winter’s Bone nos traslada al sur más profundo de los Estados Unidos. Un lugar que el cine a visitado numerosas ocasiones para contar historias oscuras y tortuosas. Esta que nos ocupa se mueve en esa onda, pero incluso a estas alturas es posible descubrir paisajes y atmósferas nuevas, como los de esta película. En unas montañas de estado de Missouri, en las que el frío traspasa la pantalla, vive nuestra protagonista. Una joven de diecisiete años que tiene que hacerse cargo de su familia tras la desaparición de su padre. En un entorno completamente hostil las cosas se le complican, más si cabe, cuando las autoridades reclaman la presencia de su progenitor para no perder la casa en la que viven. A partir de ese momento comienza un recorrido por un mundo oscuro y peligroso, que gira entorno a los laboratorios clandestinos para la fabricación de crack, que da bastante miedo.
El punto fuerte de la película está en la creación de ambientes opresivos y de atmósferas enrarecidas, y en la presencia de una serie de personajes y de rostros, que taladran el patio de butacas. Las imágenes poderosas, las actitudes y los gestos hacen de la película una experiencia de una fuerza incuestionable, que consigue ponerte en ese punto límite en el que se encuentra Ree, la protagonista.
Puede que los entresijos ambiguos y no siempre bien resueltos por los que se mueve la historia le resten cierta contundencia al final, pero lo que la película sí consigue en poner al espectador en el centro mismo de un mundo con aroma a cine, un cine seco, cortante y áspero, pero buen cine al fin y al cabo.
Sorprendentemente la película ha llegado ser candidata a varios Oscar, y aunque no ha ganado ninguno, todas sus candidaturas se pueden considerar merecidas. Entre ellas las de dos de sus actores, la jovencísima y poderosa Jennifer Lawrence, y el inesperado John Hawkes, que tiene un muy buen personaje. Junto a ellos luce también la rotunda presencia de la actriz Dale Dickey, y la de un grupo de actores que parecen recién salidos de Deliverance, la película de John Boorman.