Después de la relativa sorpresa que supuso Crepúsculo me acerqué a ver Luna Nueva con ciertas ganas. La crítica en Estados Unidos había reaccionado de forma bastante más negativa que con la primera parte. Pero la posibilidad de poder ver en esta ocasión en acción a unos hombres lobo modernos y conocer sus usos y costumbres, como sucedió en la primera parte con los vampiros, le daba a la historia un aliciente especial, muy por encima del componente romántico. El resultado final, aunque fácil de ver, es, en cambio, más flojo que en Crepúsculo.
Después de la dramática experiencia vivida en Crepúsculo, y tras un nuevo incidente, el vampiro Edward Cullen decide alejarse de su amada Bella para evitar así ponerla en peligro. Así Bella se unirá a su amigo Jacob que le ayudará a superar la ausencia de su novio. Pero Jacob también esconde su secreto. En realidad pertenece a una tribu de hombres lobo que viven camuflados entre los humanos. Para complicar aun más si cabe a una ya de por sí confundida Bella, los hombres lobo son los enemigos por excelencia de los vampiros. Pero no todo acaba ahí. Cuando Bella descubra el sacrificio que Edward va a realizar por ella tendrá que luchar contra el reloj y los elementos para recuperarle.
La agradable sorpresa que supuso, para los que no conocíamos la novela, el mundo de los vampiros que presentaba Crepúsculo aquí ya no existe, perdiendo así el principal atractivo que tenía la primera película. Lo que Luna Nueva nos ofrece como novedad en cuanto a los vampiros, es una jerarquía que manda sobre todos ellos, y que tal y como está presentada en la película rompe con el buen gusto con que nos habían hablado sobre ellos hasta entonces.
Además la parte correspondiente a los hombres lobo no se desarrolla con demasiada profundidad y nos quedamos con ganas de saber más sobre su mundo y sobre la relación de odio que mantienen con los vampiros.
Por lo demás es romance adolescente que preside la función sigue siendo de un cursi notable por más que esta vez intenten dotar al drama romántico de una intensidad y una oscuridad que no consiguen superar el límite de lo elemental.
El director de Luna Nueva ha cambiado. Ahora el Chris Weitz, que tiene en su curriculum la divertida Un niño grande y la aceptable La brújula dorada. Con Luna Nueva no va a enriquecer su carrera, solo su cuenta corriente. Y es que su trabajo, al igual que el de su predecesora Catherine Hardwicke, es de los que dejan huella.
En el reparto no hay variaciones, solo que esta vez se da mayor protagonismo a los músculos de Taylor Lautner y vemos menos el careto blancuzco de Robert Pattinson.
Y todavía queda un Eclipse y dos Amaneceres por llegar. Así que tenemos vampiros románticos para rato.