Me siento culpable. Solo le he dado un siete a Cuentos de Tokio. Todo el mundo diciendo que es una obra maestra, y voy yo y solo le doy un siete. Pero que le voy a hacer, me parece que 135 minutos de Cuentos de Tokio son muchos minutos. Ahora se pone a parir a cualquier película que se exceda de las dos horas, pero en cambio las dos horas y cuarto de Yasujiro Ozu nos las tragamos sin problema y encima decimos que es una obra maestra. Reconociendo todos sus méritos a mi se me hizo muy larga.
Cuentos de Tokio nos cuenta la historia de dos ancianos que viajan desde un pequeño pueblo costero a la gran capital a visitar a sus hijos a los que no ven desde hace tiempo. La ajetreada vida de sus hijos impide que esta visita sea como a ellos les hubiera gustado. Solo el encanto y la amabilidad de su nuera Noriko, esposa de un hijo fallecido, les hace sentirse cómodos.
La película habla de las relaciones padres e hijos con una naturalidad y un realismo que a veces duele pese a que la narración sea de una sensibilidad extrema. Cada escena y cada situación son fiel reflejo de lo que todos hemos visto o vivido.
Yasujiro Ozu no juzga a sus personajes, es más, los trata a todos con igual cercanía, pese a que su comportamiento no siempre pueda parecer ejemplar. Tampoco Ozu carga las tintas en el lado sentimental. Le queda una película muy comedida, pero con alguna secuencia de contenida emoción.
Seguramente es una película mucho mejor de lo que mi puntuación dice, pero creo que para ser una historia tan sencilla en su narración, que no en los sentimientos que conlleva, se alarga demasiado por un ritmo extremadamente contemplativo.
Es la primera película que veo de Yasujiro Ozu, pero prometo ver más.