Hace cinco años el novato Neil Blomkamp contó con la ayuda de Peter Jackson para dirigir una sorprendente película de ciencia ficción, District 9, que, con un presupuesto menor de lo que aparentaba, ponía patas arriba las normas más clásicas del genero para aportar un poco de novedad a un tipo de cine, el de la ciencia ficción apocalíptica, que normalmente suele caer en todos los lugares comunes habidos y por haber.
La película fue un éxito de taquilla inesperado, además de cosechar excelentes críticas. El colofón del éxito llego con las cuatro candidaturas al Oscar que consiguió ese año entre ellas la de Mejor película. Con estos antecedentes era solo cuestión de tiempo que Hollywood pusiera a los pies de Blomkamp la posibilidad de realizar una nueva película, esta vez contando con todos los medios, y ya de paso las estrellas, que no le hicieron falta para triunfar con su ópera prima. El resultado, pese al lujo, solo ha servido para vulgarizar los méritos logrados con District 9.
La historia nos lleva, como no podía ser de otra forma, a un futuro lejano en el que la Tierra es una escombrera superpoblada por millones de personas que sobreviven en condiciones lamentables. Mientras, en una plataforma espacial, Elysium, se ha creado una imitación de una Tierra paradisíaca y llena de lujo donde vive una pequeña cantidad de privilegiados que, además, disfrutan de la posibilidad de recuperarse de cualquier problema de salud. Los viajes clandestinos a Elysium, y la explotación en la que viven sumidos los habitantes de la Tierra son el eje sobre el que gira el nudo central del argumento que tiene a Matt Damon como protagonista de una trama que, una vez planteada, se desarrolla por los cauces más previsibles obvios.
El enorme presupuesto que maneja esta vez al director le sirve para que el contraste entre los dos mundo radicalmente opuestos en los que se desarrolla la acción luzcan en pantalla de forma más que vistosa, siendo particularmente brillante en la recreación de esa Tierra devastada que recuerda mucho a la de su anterior película.
Pero ello no impide que Neil Blomkamp se mueva esta vez en la rutina narrativa mas absoluta. El desarrollo dramático de Elysium no sorprende a nadie, y se puede confundir con el de cientos de películas del mismo género. La eficacia de las escenas de acción, las más espectaculares, está ahí, en ese sentido no hay gran cosa que reprochar al director. Sí se le puede achacar, en cambio, una falta de riesgo notable a la hora de dotar de cierta garra a una historia que ya desde el guion es más plana que una tabla de planchar.
El excelente protagonista de District 9, Sharlto Copley, tiene aquí un papel secundario, y el personaje principal recae en Matt Damon que es un actor con el carisma y la (aquí imponente) presencia física suficiente para aguantar él solo con el peso de una película de estas características. Es, seguramente, el aval más indiscutible que presenta la película. Algo que no se puede decir de sus dos compañeros de reparto, el mencionado Copley, y otra gran estrella del reparto, Jodie Foster, cuyas esquemáticas interpretaciones rozan la vulgaridad. Una vulgaridad que, en el fondo, queda oculta tras la espectacular fachada que presenta Elysium, que es muy lustrosa pero escasamente apasionante.

5.5