La película más esperada. Sin duda, al menos por mí. Para unos era El código Da Vinci, para otros Piratas del Caribe 2, y para mí Babel. ¿Y por que?. Pues muy claro, Amores Perros y 21 gramos. Con estos antecedentes la espera para poder ver Babel ha sido interminable. Y como no podía ser de otra forma vuelve a estar a la altura.
Nuevamente tres historias, tres lugares, pero una misma visión de la naturaleza humana. La desesperación, la incomunicación y la soledad parecen temas demasiado trascendentes para llegar a buen puerto, pero aquí el director, en extraordinaria complicidad con el guionista, consiguen transmitir de forma maravillosa sentimientos tan complejos, a partir de situaciones repletas de poético dramatismo. Me da igual que haya un rifle que una el destino de estas tres historias, ya por si solas encajan perfectamente, se complementan y nos muestran como al final todos los seres humanos, sean de donde sean, viven de la misma forma los momentos más dramático y complejos que salpican las vida de cada persona. Babel en ese sentido resulta un intenso, emocionante y bellísimo trozo de vida.
Además a todo esto hay que añadir el enorme talento de Alejandro G. Iñárritu como director. Partiendo del prodigioso guión de Guillermo Arriaga visualiza de forma portentosa estas tres historias consiguiendo momentos fascinantes, muchos memorables. La desesperación de la nany mexicana abandonada en el desierto, ese vuelo de helicóptero hacia la esperanza, la noche japonesa en la ciudad de Tokio, y otros muchos (no voy a entrar en detalles) hacen de esta película un auténtico lujo. La fotografía de Rodrigo Prieto (injustamente ausente en los Oscar), el montaje, y la fascinante y bellísima música de Gustavo Santaolalla ayudan lo suyo.
Para el final dejo el trabajo del los actores, entre los que se mezclan grandes estrellas con nombres absolutamente desconocidos. Brad Pitt seguramente está mejor que nunca, y con la inestimable ayuda de Cate Blanchett consigue uno de los momentos mas emocionantes de la película cuando ayuda a su mujer a orinar en un cubo. Junto a ellos un grupo de actores marroquíes de aplastante naturalidad.
En Mexico la desesperación de Adriana Barraza resulta estremecedora. Si interpretación alcanza cotas de emoción y desgarro muy elevadas (que gane el Oscar será difícil, pero desde ya tendría mi voto). Y en Japón el misterio, la soledad, la sensualidad y el deseo por ser amada tienen el rostro de la sorprendente Rinko Kikuchi.
En resumen, una película para el recuerdo.