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España España · bilbao
Voto de ernesto:
8
Drama Versión libre, de carácter gótico, del popular cuento de los hermanos Grimm, que ha sido ambientada en España durante los años 20. Blancanieves es Carmen, una bella joven con una infancia atormentada por su terrible madrastra Encarna. Huyendo de su pasado, Carmen emprenderá un apasionante viaje acompañada por sus nuevos amigos: una troupe de Enanos Toreros. (FILMAFFINITY)
27 de septiembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Blancanieves es, desde ya, y al margen de que al público le pueda gustar más o menos, una de las películas más especiales que el cine español ha dado en mucho tiempo. Al hablar de ella se pueden hacer las inevitables referencias a The Artist, con la que tiene muy poco que ver. También se puede decir que es la tercera versión de la misma historia que llega este año a los cines tras las lujosas películas protagonizadas por sendas estrellas de Hollywood. Y cualquiera de los dos serían comentarios meramente accesorios que en ningún caso harían justicia a los méritos de una película que se vale por sí sola para llamar la atención de los medios de comunicación, de la crítica, y, esperemos, que del público.
Tras un largo proceso de creación, desde que Blancanieves era solo una idea, ha sido este mes de Setiembre cuando los festivales de Toronto y San Sebastian han puesto en mapa cinematográfico internacional a la segunda película del director Pablo Berger, justo antes de su estreno comercial. Y por lo visto hasta ahora, la película está aprovechando de forma excelente esta exposición mediática.
Pero vamos a lo realmente inportante, que es la película. Blancanieves es, así de entrada, una película atrevida y arriesgada. Nada en ella huele a complacencia y en cambio complace. Desde su apuesta por situar la historia en una época y un entorno muy concretos, hasta su deslumbrante resolución estética, todo en Blancanieves busca transgredir con lo las convenciones del cine actual. Y lo curioso es que esta provocación al espectador consigue el efecto contrario al que se podría esperar, y es que el público se entregue, practicamente sin reservas, a la película.
Carmen es hija de un torero. Nace el día en que su padre su padre sufre una gravísima cogida. Su madre además no supera el parto y muere ese mismo día. Ella pasa su infancia junto a su abuela, mientras que su padre vive alejado al cuidado de una enfermera cuyas intenciones van mucho más allá de las meramente profesionales. Cuando Carmen vuelve a quedarse sola en el mundo, no le queda mas remedio que ir a vivir con su padre, y con su nueva madrastra, ya que la enfermera ha conseguido el objetivo de ser la nueva señora de Antonio Villalta. Instalada en su nueva posición, la madrastra desprecia a la niña hasta el punto de querer acabar con su vida. A partir de aquí la historia sigue el camino marcado por el cuento, cambiando a los enanos leñadores por unos curiosos enanos toreros.
Situar la historia en el entorno taurino de la Andalucía de los años 20 puede parecer un disparate, y seguramente lo sea, pero es un disparate que funciona a la perfección al menos durante buena parte de la película, ya que los símbolos representativos de ese entorno social y cultural ayudan a ensalzar todos esos sentimientos que se esconden tras las palabras que no se escuchan. Es, tal vez, en la última parte de la película, especialmente el epílogo, donde esta comunión perfecta entre la clásica historia y el nuevo decorado encaja de peor manera. De esta forma se llega a un final un tanto desinflado, lejos de los muchos momentos brillantes que se han sucedido a lo largo del metraje.
Donde Blancanieves es un triunfo absoluto es en la arrolladora apuesta estética del director Pablo Berger. Más alla del espléndido blanco y negro, la película atesora una variedad increible de ideas y juegos visuales, que la situan en una posición mucho más aventajada que la del simple, y brillante, homenaje. Blancanieves no juega a ser, directamente es.
Prodigiosa a nivel técnico, la película es una delicia a nivel de ambientación, y caracterización de los personajes, ofreciendo una labor de montaje sencillamente magistral.
Y aunque se trata de una película muda, la música compuesta por Alfonso de Vilallonga, y que acompaña a las imágenes desde el primer al último minuto, habla de manera elocuente por los personajes. Solo con la partitura se podría seguir la historia sin necesidad de los escuetos rótulos.
Mención aparte merece el reparto encabezado por la majestuosa Maribel Verdú. Altiva, despiadada, hilarante, maquiavélica, ridícula son calificativos que le van como añillo al dedo a su madrastra y que ella se encarga de mostrarlos en pantalla. Deliciosa de principio a fin. Junto a ella las dos actrices que interpretan a Blancanieves son espontáneas y preciosas, con una mirada que traspasa la pantalla. No hay que olvidarse tampoco, de entre todos los excelentes actores, de la pasión con que Ángela Molina interpreta a la abuela.
En definitiva, Pablo Berger ha hecho una película única y seguramente irrepetible. Puede que no me parezca magistral, como si la han encontrado muchos, pero las dosis de talento, imaginación y riesgo que se desprenden de ella estan al alcance de muy pocos.
Y además tiene al gallo Pepe, que no me quería olvidar de él, como estrella robaescenas de la función, para redondear una película insólita.
ernesto
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