Alguna vez tenía que ser la primera. Años ya oyendo hablar del cine de Ulrich Seidl, pero nunca me había atrevido a ver una de sus películas. Desde que en 2005 revolucionara el Festival de Venecia con Dog Days, todo lo que he leido sobre él me daba miedo. Independientemente de que las críticas fueran negativas (en su mayor parte) o entusiastas (cada vez mas), lo que transmitían no era, precisamente, ganas de lanzarse a descubrir sus películas. Ha tenido que ser gracias a una plataforma digital, que está estrenando su trilogía Paraiso al mismo tiempo que los cines, que me he decidido a ver Paraiso: Amor, por la facilidad de poderlo hacer desde mi casa y para satisfacer una curiosidad (un poco malsana)por el director, aprovechando que es ahora cuando está de actualidad.
Como resumen solo puedo decir que, aunque la experiencia no ha sido agradable (espero que a nadie se lo parezca), Paraiso: Amor es una buena película, que se queda a un paso de resultar bastante mejor. Algo con lo que yo no contaba, y que me deja ganas de continuar, en semanas venideras, con Fe y Esperanza, los dos siguientes capítulos de su trilogía.
En Paraiso: Amor, Ulrich Seidl sigue los pasos de una mujer austríaca de mediana edad que viaja a Kenia a pasar sus vacaciones. Lejos de realizar el clásico safari fotográfico, el viaje consiste en recluirse en un resort de playa a disfrutar del sol, y, ya de paso, darse una alegría para el cuerpo con alguno de los muchos esculturales nativos que, buscando dinero fácil, se ofrecen por los alrededores. Lo que viene a ser un claro ejemplo de turismo sexual. Pero afortunadamente Ulrich Seidl, aunque se le vaya la mano en alguna ocasión, sabe ofrecer matices, y al final no es una cuestión de víctima (los chicos africanos) y verdugo (las señoras europeas). Cuando la película se acaba, la triste sensación es que en ese lamentable mercado de la carne todos son víctimas, los chicos si, pero también todas esas mujeres representadas en el personaje protagonista.
Con un tono naturalista, y más ligero de los esperado, Ulrich Seidl nos presenta a Teresa, la protagonista, y sus primeros pasos en tierras africanas. El retrato que hace de ese grupo de mujeres en busca de ese sexo fácil del que no disfrutan en sus respectivas vidas, obviamente no las deja en buen lugar y puede provocar el justificado rechazo por parte del espectador, pero la cámara del director no es cruel con ellas, no las juzga. Hasta ese momento la película mantiene un nivel notable.
En el momento en que las dos partes (señora europea necesitada de amor y joven africano necesitado de dinero) ponen las cartas sobre la mesa, la película se vuelve algo más reiterativa en su planteamiento y pierde buena parte del equilibrio conseguido en la primera mitad, llegando a su punto más discutible en una larga secuencia donde a Ulrich Seidl se le va la mano con un innecesario regodeo en el patetismo de los personajes (de los cinco que intervienen en la secuencia).
En cualquier caso, la sensación de vacío que llega a transmitir la protagonista al final de la película es tan triste y desoladora que es imposible no sentir cierta compasión por ella, y sobre todo es de agradecer que Seidl nos de la libertad como espectadores de poder llegar a sentir libremente (lo que sea que cada uno sienta), sin marcarnos el camino con juicios innecesarios.
Dos cosas para acabar. Primero señalar la valentía de la actriz protagonista ante un reto muy difícil. Y segundo, no fiarse de esos críticos que alegremente califican esta película de poco menos que repugnante.