El mito de Bourne es una película mejor que la primera entrega de las aventuras del amnésico Jason Bourne. Y lo es por un motivo principal, con nombre y apellidos, Paul Greengrass.
El es el máximo responsable de que esta secuela sea mucho más vibrante y desprenda más energía que El caso Bourne. En aquella todo era más que correcto pero le faltaba fuerza. Aquí eso cambia, gracias a un guión más complejo, con situaciones mucho más arriesgadas y giros más sorprendentes.
Pero sobre todo, lo que más destaca es una puesta en escena mucho más potente, donde destacan varias secuencias que elevan el tono de la película. La persecución final por las calles de Moscú es un claro ejemplo.
El protagonismo vuelve a recaer en Matt Damon, de nuevo excelente, dando al personaje una complejidad poco habitual en una película de entretenimiento como esta. Junto a él dos excelentes veteranos, Joan Allen y Brian Cox, que tienen también algunos de los mejores momentos de la película.
Está claro que el enérgico sello de Paul Greengrass se hace notar, para bien, en esta película. Veremos que nos depara la inminente El ultimatum de Bourne.