Acabo de comprobar, sorprendido, que John Woo antes de darse a conocer internacionalmente con Hard Boiled, The Killer y Una bala en la cabeza, acumulaba practicamente veinte películas como director. Su personal forma de mostrar la violencia y la desbordante estética de sus historias causaron sensación en occidente que pronto absorbio el talento del director. La ya lejana Blanco humano fue su debut en el cine americano, y el comienzo de un trayectoria irregular donde su talento alcanzó el punto más alto con Cara a cara, y su cuenta corriente lo hizo con Misión Imposible 2 (puro John Woo por otra parte).
Tras alguna producción más o menos acertada, más o menos fallida, Woo volvió al cine asiático con la monumental producción china Acantilado Rojo. Más de cuatro horas de cine épico y espectacular (eso dicen), del que aquí se comenta su versión reducida para consumo occidental.
Después de ver los abrumadores 140 minutos de este resumen, tengo que reconocer que no me han quedado ganas de enfrentarme a la versión completa de la historia. Lo que más miedo me daba antes de ver la película era perderme en la maraña de nombres, dinastías y fechas que normalmente acompañan a estas épicas reconstrucciones históricas que vienen del lejano oriente. Pero en ese sentido la historia esta contada de forma bastante sencilla, por no decir simple, y toda la trama se reduce a una guerra, concretamente a la preparación de lo que será la batalla culminante. El Primer Ministro del Emperador Han le convence para enfrentarse a los dos reinos del sur con el objetivo de unificar los territorios. Ante esta noticia estos últimos deciden unir sus fuerzas frente a la inmensidad del ejército del norte, y plantarles cara en una lucha que tendrá su punto culminante en los incomparables parajes del acantilado rojo. Las peculiares técnicas de lucha de cada ejército conforman el eje central de un relato esquemático que se prevé cansino y apabullante, y que afortunadamente solo es apabullante.
El problema es que John Woo se siente en la obligación de epatar al personal en cada plano, en cada imagen, en cada movimiento de cámara, y para ello se vale de recursos que en muchas ocasiones solo consiguen molestar en lugar de deslumbrar. Un director con un estilo tan definido como él en esta ocasión se deja poseer por el espíritu de Michael Bay (banda sonora incluida) en numerosas ocasiones, en otras confunde la acción con la de un videojuego culaquiera, y en el mejor de los casos parece que asistimos a un documental del canal Viajar. Obviamente entre tanto desbarajuste visual también, a veces, consigue lo que se propone que es deslumbrar con imágenes únicas y momentos de acción y violencia tan estilizados como fascinantes.