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Voto de ernesto:
8
5,9
52.125
Drama
Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes ... [+]
16 de octubre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay directores que dirigen una cantidad ingente de películas a lo largo de su carrera y de los que nadie sería capaz de recordar su nombre, ni de reconocer en ninguno de sus fotogramas un ápice de estilo o personalidad. Sin embargo hay otros que dejan su huella definitiva en la historia del cine con apenas un puñado de títulos en su haber. Aunque todavía sigue en activo, ya que está rodando su sexta película, Terrence Malick pertenece sin duda a este último grupo. Con cinco películas hasta el momento el director estadounidense se ha convertido en una de las referencias cinematográficas más identificables y personales de los últimos cuarenta años. Sus películas, especiales y únicas, pueden no ser plato para todos los gustos, pero su aportación al cine moderno es de las más poderosas que re recuerdan.
Con El arbol de la vida, su última obra, lleva su particular forma de entender el cine y la vida hasta sus últimas consecuencias, consiguiendo su película más difícil de hacer, y la más difícil de aceptar por un público que no está acostumbrado a disfrutar de la poesía hecha cine. No es que El arbol de la vida sea una película poética, algo que se dice gratuitamente de cientos de películas, es que El arbol de la vida es un poema cinematográfico, que no es lo mismo, y como tal es aceptado con fascinación o rechazado con total virulencia.
La historia de El arbol de la vida nos traslada a los años cincuenta. Un matrimonio joven y sus tres hijos varones viven bajo la severas reglas impuestas por el cabeza de familia. Un hombre íntegro, pero duro y a veces despiadado que se impone a tres hijos que se enfrentan a él con temor y , en ocasiones, rebeldía. Como contrapunto la madre es la bondad hecha mujer, bella, serena y completamente entregada a sus hijos, es el remanso de espiritualidad en el que crecen esos tres niños. Y así, con estos dos referentes, transcurre una infancia que marcará definitivamente su vida.
La intensa comunión espiritual en la que viven los niños con su madre y esta con el mundo que la rodea llevan al mayor de ellos, ya adulto, a reflexionar sobre la vida, la muerte y el por qué de nuestra existencia, tras no superar el vacío dejado por la muerte del segundo de los hermanos a los diecinueve años.
Obviamente esto último es una interpretación puramente personal tras disfrutar de la indescriptible experiencia sensorial que suponen las imágenes y los sonidos de El arbol de la vida. Todo esto que he contado anteriormente Terrence Malick lo traslada a la pantalla no como una narración clásica, sino como una sinfonía de imágenes narrativas de una belleza extraordinaria, un auténtico poema visual, con la virtud de trascender la deslumbrante composición de sus imágenes para contarnos una historia pequeña, la de la familia protagonista, de alcance casi infinito.
(sigue en spoiler)
Con El arbol de la vida, su última obra, lleva su particular forma de entender el cine y la vida hasta sus últimas consecuencias, consiguiendo su película más difícil de hacer, y la más difícil de aceptar por un público que no está acostumbrado a disfrutar de la poesía hecha cine. No es que El arbol de la vida sea una película poética, algo que se dice gratuitamente de cientos de películas, es que El arbol de la vida es un poema cinematográfico, que no es lo mismo, y como tal es aceptado con fascinación o rechazado con total virulencia.
La historia de El arbol de la vida nos traslada a los años cincuenta. Un matrimonio joven y sus tres hijos varones viven bajo la severas reglas impuestas por el cabeza de familia. Un hombre íntegro, pero duro y a veces despiadado que se impone a tres hijos que se enfrentan a él con temor y , en ocasiones, rebeldía. Como contrapunto la madre es la bondad hecha mujer, bella, serena y completamente entregada a sus hijos, es el remanso de espiritualidad en el que crecen esos tres niños. Y así, con estos dos referentes, transcurre una infancia que marcará definitivamente su vida.
La intensa comunión espiritual en la que viven los niños con su madre y esta con el mundo que la rodea llevan al mayor de ellos, ya adulto, a reflexionar sobre la vida, la muerte y el por qué de nuestra existencia, tras no superar el vacío dejado por la muerte del segundo de los hermanos a los diecinueve años.
Obviamente esto último es una interpretación puramente personal tras disfrutar de la indescriptible experiencia sensorial que suponen las imágenes y los sonidos de El arbol de la vida. Todo esto que he contado anteriormente Terrence Malick lo traslada a la pantalla no como una narración clásica, sino como una sinfonía de imágenes narrativas de una belleza extraordinaria, un auténtico poema visual, con la virtud de trascender la deslumbrante composición de sus imágenes para contarnos una historia pequeña, la de la familia protagonista, de alcance casi infinito.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Llegados a este punto es cuando hay que decir que si bien la historia familiar funciona de forma casi prodigiosa, el alcance infinito hay tener una muy buena predisposición para captarlo, aceptarlo y, tal vez entenderlo. Lo más probable es que uno sienta que la película se le está escapando entre los pliegues de su propia grandeza. Pero claro, Malick se encarga, con momentos como la creación del universo a los sones del tema Lacrimosa de Zbigniew Preisner, de que, aun estando perdido entre tanta desmesura espiritual, uno no se desentienda ni un momento de los que sucede en la pantalla.
Tras un comienzo extraodinario y emocionante, que sienta las bases del tono y la intención del relato, la película se pierde en una catarata de momentos visuales del gran impacto pero de difícil asimilación por parte del espectador, para recuperar su fuerza durante una parte central en la que un padre, una madre y unos niños son los versos perfectos en una narración especial, diferente, que solo alguien como Malick es capaz de ofrecer. Esto nos lleva aun final, otra vez, inalcanzable pero que destila una sentida emoción.
Y aunque Malick es el verdadero creador de El arbol de la vida, gracias a la ayuda de tres niños increibles, un notable Brad Pitt, y la fascinante Jessica Chastain la película se eleva en sus mejores a cotas dificilmente superables.
Tras un comienzo extraodinario y emocionante, que sienta las bases del tono y la intención del relato, la película se pierde en una catarata de momentos visuales del gran impacto pero de difícil asimilación por parte del espectador, para recuperar su fuerza durante una parte central en la que un padre, una madre y unos niños son los versos perfectos en una narración especial, diferente, que solo alguien como Malick es capaz de ofrecer. Esto nos lleva aun final, otra vez, inalcanzable pero que destila una sentida emoción.
Y aunque Malick es el verdadero creador de El arbol de la vida, gracias a la ayuda de tres niños increibles, un notable Brad Pitt, y la fascinante Jessica Chastain la película se eleva en sus mejores a cotas dificilmente superables.