Fargo es aparentemente una película sencilla, sin nada especial. Una historia de asesinatos y policías como se ven muchas en el cine. Pero Fargo tiene algo que la distingue de todo este cine, que la hace superior y la aleja de la vulgaridad de las tópicas y aburridas películas de asesinatos y policías, y esa diferencia es la marca de los hermanos Coen.
Una de las mayores virtudes de Fargo es que parte de un guión que es perfecto, ni sobra ni falta, todo funciona de forma precisa y contundente. Y lo mismo puede decirse de la dirección de Joel Coen. No pierde el tiempo en historias o personajes satélite. Se centra en lo que importa y va directo al grano, con una puesta en escena hecha con tiralíneas, en la que cada plano y cada secuencia encajan con precisión milimétrica.
A todo esto hay que sumar una galería de personajes antológica. La policía embarazada, el marido abrumado por las circunstancias, los delincuentes de gatillo fácil, el suegro con malas pulgas. Todos interpretados por actores en estado de gracia, encabezados por una Frances McDormand que enamora. Junto a ella un grupo de hombres haciendo trabajos de gran solidez, William Macy, Buscemi, Stormare y el extraordinario Harvey Presnell.
Todos estos personajes se mueven por los paisajes permanentemente nevados de Minessotta, captados por la luminosa y transparente cámara de Roger Deakins. Y no quiero terminar sin mencionar la Música de Carter Burwell, cuyo tema central en genial y engrandece a la película. Ese secuencia final con el coche de policía circulando sobre la carretera nevada, con esa música de fondo es absolutamente extraordinaria.