Ha sido en la última década cuando los documentales se han hecho un hueco casi habitual en todas las carteleras del mundo. Su presencia en los festivales ya no es ninguna novedad, e incluso el Oscar al mejor documental del año se ha convertido en uno de los más disputados cada año. Excelentes documentales ha habido siempre pero fue gracias a Michael Moore y su espléndida Bowling for Columbine, por lo que el público tuvo un mayor acceso a ellos
Precisamente el último título ganador del Oscar en esta categoría fue The Cove, y con ese impulso y el reconocimiento unánime de la crítica ha conseguido verse en todo el mundo.
Es más que habitual que el documental sea el medio preferido para hacer todo tipo de denuncias. Su conexión directa con la realidad que nos rodea lo convierte en el medio ideal para enfrentarse a injusticias de todo tipo, sociales, políticas y como es este caso ecológicas.
The Cove se encarga de denunciar la matanza indiscriminada de delfines que se produce en Japón, centrándose en lo que sucede en la pequeña cala de Taiji. Miles de delfines son apaleados y torturados hasta morir en un espectáculo sangriento que las cámaras de este documental consiguieron grabar utilizando métodos más propios del cine de intriga y acción que del propio documental.
Además también se habla del engaño al que se somete a la población japonesa al vender carne de delfín con elevadas cantidades de plomo, de cómo Japón compra el apoyo de pequeños países frente a los comités que denuncian estas masacres, y del uso, en acuarios de todo el mundo, de los delfines como puro espectáculo sin atender en ningún momento sus necesidades más básicas.
La denuncia es más que contundente, y utiliza el camino habitual de la mayoría de documentales, con testimonios de los denunciantes, grabaciones con cámara oculta, muchos datos, y un montaje rápido y ágil. Su forma de narrar no aporta grandes novedades, y es curioso como uno de sus, aparentemente, puntos fuertes sea, no el teme denunciado, sino la peripecia en la que se ven envueltos para poder conseguir grabar las imágenes que se nos muestran.
En cualquier caso los dramáticos últimos minutos de la cinta, con esa pequeña bahía teñida de rojo son lo suficientemente significativos como para que el esfuerzo de los creadores de este documental no haya sido el balde.