Supongo que la carrera de Nacy Meyers como directora no es de las más apreciadas por la crítica. Pero aun así, y dejando a un lado su debut con el remake de Tu a Boston y yo a California, yo me he divertido bastante con las andanzas de Mel Gibson, Diane Keaton, Jack Nicholson o Kate Winslet en sus anteriores películas. Incluso tengo una debilidad especial por una de ellas, Cuando menos te lo esperas. Teniendo en cuenta que el material de partida es muy parecido, era lógico esperar otra comedia estupenda de esta última película de la directora. No es tan fácil es bastante aceptable pera no está a la altura de la anterior.
Nancy Meyers, después del paréntesis treintañero que supuso The Holiday, vuelve a centrarse en la generación a la que ella pertenece, esta que ya ha dejado atrás los cincuenta, para esta nueva historia de amor y humor, algo que sabe combinar con bastante habilidad.
Meryl Streep interpreta a una mujer divorciada hace ya muchos años, acostumbrada a una vida en la que los hombres no tienen cabida. Sus hijos, su trabajo y sus amigas son los tres vértices de su agradable existencia. Hasta que un día por diversas circunstancias acaba en la cama con su exmarido, convirtiéndose así en su amante, ya que el se encuentra casado con una mujer mucho más joven. Justo al mismo tiempo conoce a otro hombre, su arquitecto, con el que también iniciará un inevitable acercamiento. Lógicamente con estos ingredientes el enredo está servido.
Nancy Meyers no es una directora especialmente dotada para la puesta en escena. En ese sentido sus películas resultan funcionales y un tanto impersonales. Se parecen demasiado a los cientos de comedias románticas que abundan por la cartelera. Pero afortunadamente sus guiones sí que superan ese listón con bastantes dosis de ingenio y habilidad. Y sobre todo cuenta con la baza, siempre brillante, de unos comediantes espléndidos con mucho talento que ofrecer.
Si bien el guión de No es tan fácil no pasa de ser moderadamente ingenioso, con algunos gags bastante divertidos, es el trío protagonista el que se adueña de la película. Meryl Streep y Alec Baldwin se desmelenan con unas interpretaciones tan histriónicas como adecuadas, mientras que Steve Martin se queda en un segundo plano ante al arrollador trabajo de sus compañeros.
Al final se llega con la sensación de haber visto una película que no explota todas sus posibilidades, pero que consigue hacernos pasar un rato de lo más ameno, e incluso arrancarnos un par de buenas carcajadas.