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Voto de fresenius:
8
Bélico. Drama Narra la historia de Desmond Doss, un joven médico militar que participó en la sangrienta batalla de Okinawa, en el Pacífico durante la II Guerra Mundial, y se convirtió en el primer objetor de conciencia en la historia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso. Doss quería servir a su país, pero desde pequeño se había hecho una promesa a sí mismo: no coger jamás ningún arma. (FILMAFFINITY)
14 de mayo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diez años han pasado desde que Mel Gibson dirigiera “Apocalypto”, una película con todas las letras, para dirigir ahora “Hasta el último hombre”. Viendo el resultado uno no puede más que lamentarse de que este señor no haya podido rodar más porque, de cinco películas que ha dirigido desde “El hombre sin rostro” en el año 1993, todas son, excepto esa ópera prima que la recuerdo normalita, películas muy buenas y consecuentes con el estilo propio que el director tiene para con el tipo de historia que quiere contar y para la forma que tiene de rodar y mostrar la violencia.

En este caso, la batalla de la isla de Okinawa se muestra de manera apabullante, con una fuerza que estremece. Excesivo dirán algunos y la compararán con “Salvar al soldado Ryan” como si fueran películas que hubiera que confrontar. Puestos a ello, en mi opinión, el desembarco en Normandía de Spielberg es superior desde el punto de vista cinematográfico, tiene más técnica y el resultado se nota. Por el contrario, y aunque técnicamente también es irreprochable, esta conquista de la cresta Hacksaw es mucho más salvaje, visualmente brutal y espantosa, de una visceralidad difícil de ver y, seguramente, más cercana a una batalla real de la segunda guerra mundial. (En la batalla de Okinawa, que duró tres meses, murieron casi más de 20000 americanos, unos 12500 en acción directa, y entre 77000 y 110000 japoneses. La estimación respecto de civiles muertos es muy dispar aunque bien pudieron ser más de 100000).

La película de Gibson tiene un nervio y un brío espectacular, pero solo a partir de la primera hora. Es necesario un desarrollo de personajes y para eso está la primera hora que parece más rutinaria. Es una historia que, en cierto modo, ya fue tratada en “La gran prueba” (1956) de William Wyler y, sobre todo, en “El sargento York” de Howard Hawks. Ahora bien, hay un momento en que Gibson va a lo que le interesa y entonces ya se detiene poco en caminos secundarios. De hecho hay un personaje de la familia de cuatro miembros del que la película se desentiende porque el interés está muy centrado en el propio protagonista y su historia dentro de este marco bélico.
En esta película, claramente estructurada en tres partes aunque la última ocupe casi la mitad, la historia elegida por Gibson forma parte también de ese camino común que el director ha tomado en sus anteriores películas que pasa por el poder de las convicciones del uno, de la individualidad y la moralidad de la persona respecto de su familia, de su entorno o de su religión por encima de todo, y enfrentarlas o ponerlas a prueba en situaciones de violencia extrema con resultados dispares según la película, resultados que han pasado por la insumisión, la resignación/aceptación, la venganza o la firmeza. Esta parte puede interesar más o menos, los detractores la tildarán de sermón moralizante, como supongo que de igual manera harán con el trasfondo de la historia que se cuenta en “Salvar al soldado Ryan”, que también tiene lo suyo. Es un problema querer mostrar tu disconformidad con las acciones de un personaje y a partir de ese punto menospreciar el producto porque no se ajusta a tu visión del mundo. Por mi parte, considero la historia como interesante, sujeta al hecho de que está basada en hechos reales pero que no deja de tener el marchamo propio del director respecto a lo que pretende. Es curioso que en el mismo año Andrew Garfield haya rodado también un peliculón como es “El silencio” de Scorsese, es curioso que en las dos películas exista una escena en la que su personaje necesita de la revelación de Dios. (La película de Scorsese es extraordinaria.)

Por poner un par de peros, que no pasan precisamente por las dos primeras partes de la película pues son necesarias para el desarrollo de la historia del protagonista: todos los actores, empezando por el propio Andrew Garfield, están muy bien aunque hay un cierto desentone en el caso de Vince Vaughn cuyo personaje que me cuesta creer. Ahora bien, pocas escenas tiene el señor Elrond Medio-Elfo (Hugo Weaving), pero se los come a todos. También es cierto que buena parte de lo que se ve durante la fase de instrucción es más rutinario aunque tiene interés por las peculiaridades del soldado Doss. Esta parte parece una especie de preludio de escenas heroicas que debemos ver después, es decir, la película es previsible respecto de que sabes qué algunos hechos van a ocurrir, incluso es necesario poner al soldado Doss enfrente de un japonés, tiene que ocurrir. Lo que pasa es que…., bien, vale, lo sabes; pero no te esperas que Gibson te lo muestre con la crudeza, el tremendismo y la fuerza en como lo hace.
fresenius
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