Probablemente el mayor chasco que me he llevado con el director favorito de Boohan.

Y eso que su intenso y siniestro arranque presagian otro recital del mejor cineasta español de la historia.

Pero no, la historia pronto deriva en una convencional trama de amores, desamores y venas hinchadas que a mí no me sedujo, pese a mantener cierta diginidad e interés en todo momento, con un Fernando Soler haciendo lo que puede pero a años luz del embriagador personaje que compone en la magnífica El Gran Calavera.

Y su desenlace, con independencia de que pueda concebirse como hincamiento de rodilla o parodia, me pareció verdaderamente nefasto.