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Voto de Javenco:
8
Drama Un autobús escolar se despeña montaña abajo y se hunde en un lago helado. En el accidente mueren todos los niños del pueblo. El abogado Mitchell Stevens se entrevista con los padres, reabre sus heridas del pasado y les propone llevar el caso a los tribunales. (FILMAFFINITY)
14 de octubre de 2012
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Con una notable onda a la serie “Ones Upon a Time”, pero con una narración mas onírica, es una analogía infausta de El Flautista de Hamelin. En un atmósfera similar, aunque menos oscura, a la de la inolvidable serie Twin Peaks, el filme cuenta la historia de los habitantes de un septentrional pueblo devastado por un mal “patinazo” vial en el que mueren casi todo los niños de la comunidad, salvo Nicoll (una convincente Sara Polley), una chica cuyos sueños artísticos le cuestan su inocencia de la peor manera.

La aparente pasividad dolorosa que acontece en la nevada comunidad es azuzada por el abogado Mitchel Stevens (un correctísimo Ian Holm) que busca en las miserias e iras retorcidas de los padres insumos a favor de su egoísmo demandando a los supuestos responsables del accidente (recordé lejanamente psicorígido Agente Especial Dale Cooper de la serie Twin Peaks- ¡¡Grande Kyle MacLachlan!!). Holm se faja, en mi opinión, el mejor performance de la película al convencer con la mascarada de la tecnocracia y la moralidad a sus posibles clientes para unirse a su causa, escondiendo su propia procesión interna con una hija cuyo Flautista de Hamelin son las drogas y la pornografía.

De otro lado, esta Nicoll, voz en off, a veces innecesaria, del cuento infantil cuya cándida visión es el único hilo esperanzador de la situación, pero que mediante actos valientes y sacrificios permite que la casi imperceptible paz del dolor se mantenga imperturbable y de alguna forma más soportable a pesar de los esfuerzos de Stevens.

El director Atom Egoyan escoge acertadamente un estilo narrativo y visual no lineal en el tiempo, pero artesanalmente compuesto por acertados flashbacks, que además develan los pecados de algunos miembros de la comunidad, y una BSO que multiplica la tristeza y evocación casi perpetua del pasado (resalta el relato del abogado en el avión acerca de su hija a los tres años). No obstante, el ritmo de la película a veces es tan frío como su atmosfera y solo la ocasional luz y el acrecentado deseo por conocer el desenlace parecen alimentar el visionado, que en todo caso resulta atrayente, deleitable y genera reflexión, aunque pudo ser más notable con un mero cambio de ritmo.
Javenco
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