Sencilla película, al menos en apariencia, nos encontramos ante una "road movie" tradicional, con todos los componentes del género (viaje de conocimiento interior, de descubrimiento del otro, personajes bisagras que entran y salen de la trama principal...), pero protagonizada por dos caracteres poco convencionales (un padre transexual y su hijo drogadicto que acaban de conocerse). Aunque la situación de partida es poco creible y Tucker fuerza la máquina en más de una ocasión, el tono general de la cinta es bastante honesto, aunque el director-guionista, en aras de rebajar algo la tensión, se escora demasiado hacia las situaciones cómicas, casi grotescas, demorando artificialmente el desenlace. Tanta concesión a la galería se nota en el resultado final, que no es ni tan rompedor, ni tan independiente como se pretendía.

En el terreno interpretativo, brilla con luz propia la pareja protagonista, con una Hoffman realmente valiente, convincente y entregada, y un Zegers que está llamado a hacer grandes cosas si no se desvía.

En definitiva, una película de sentimientos, que engancha porque sabe hacerse cercana y muy, muy entretenida.