No sólo por la calidad del guión, realización, adaptación de la historia, ni por su excelente y atemporal banda sonora, sino porque el personaje de Belle es un modelo válido para nuestras hijas, muy al contrario de las demás princesas de la productora.
En primer lugar, Belle es intelectualmente inquieta, tiene un gran ansia de conocimiento, y ese interés por aprender le da profundidad al personaje (que contrasta deliciosamente con el vacuo y superficial Gaston) y la capacita para buscar la belleza más allá de la apariencia física. En un universo simplista y polarizado en pares antagónicos de torpe caracterización ("buenos/malos", "guapos/feos"), los niños pueden acceder a una mayor ambigüedad en los personajes: guapos pero mezquinos, feos pero buenos, etc., entendiendo de forma muy amena que las apariencias no lo son todo.
Frente a las vicisitudes de las demás princesas y el grito de guerra de Kitty: Vamos de compra!!, los tejemanejes de las Winx club y similares, el otro día me encantó volver a ver La bella y la bestia en compañía de mi hija pequeña, y terminar cantando las dos a voz en grito: !El mundo entero quiero conocer!