La historia es muy interesante y además tiene mucha acción en los ochenta minutos de la película; hay tiroteos, dinamita, persecuciones espectaculares a caballo, estampida de ganado y un enfrentamiento final brutal donde hay muchos disparos y mucha destrucción recordando al Sam Peckimpah de varios años después.
Randolph Scott era un cincuentón cuando hizo esto, pero todavía era muy creíble en el papel principal; de hecho, su edad aportó madurez al papel.
Richard Boone hizo un buen trabajo como el amargado y celoso y envidioso de todos y de todo; Wick Campbell, que estaba apoyado por una banda de violentos pistoleros y cuatreros.
Se desencadena en este pueblo fronterizo de la historia una guerra entre el bien y el mal con grandes dosis de acción perfectamente rodadas por el sorprendente director, un tal Humberstone al que habrá que reivindicar por otras películas que hizo buenas y olvidadas.
Es un clásico de los años 50, un western crepuscular y fronterizo con un buen guión.