La gente pensaba que iba a ver una comedia, yo misma también lo creía; pero la realidad fue otra.

La realidad fue que mientras que las risas de los mas tontos resonaban en el cine (esos mismos tontos que nada más que ver que Jim Carrey sale en una película ya se mean de risa en cuanto sale el primer fotograma; aunque sea el propio actor con un disparo en el estómago, buscándose la bala en su cuerpo para salvar la vida, profiriendo agónicos gritos de dolor y rodeado de sangre).

Esa misma gente se reía cuando la película no tiene tanta gracia como para estar sin cesar de reir. Estamos ante un gran drama tremendamente interpretado por uno de los pocos genios vivos que nos quedan: el Sr. Nicholson. Gigante, mordaz, patético, perdido, duro, tierno, divertido, impresionante; un Schmidt que nos relata las angustias y pensamientos de un personaje que si bien es cierto que en determinados momentos te provoca una leve sonrisa de complicidad, no te arraca sonoras carcajadas.

Quien realmente sepa valorar la película se dará cuenta que está ante un producto nada cómico que toca un tema realmente fuerte, interpretado colosalmente por un máquina de la interpretación. Merece la pena.