No es tan difícil crear un buen drama como crear una buena comedia y sobre todo, cuando no hablamos de comedia fina y elegante, sino comedia del género estúpido. Y en su particular estilo, "Zoolander" son palabras mayores. Todo lo más grande que puede dar de sí el género se contiene en esta sangrante, divertidísima, absurda y gozosa obra maestra de Ben Stiller: todo un antes y un después en los anales del más frívolo despiporre. Está repleta de una serie tan magistral de coñas idiotas que sería imposible elegir siquiera tan sólo las tres mejores: los gags se suceden uno tras otro en magnífico crescendo, de modo que el ritmo nunca decae, al contrario, se mantiene brillantemente hasta la parte final. Stiller se ríe de todo, de todos y de sí mismo con ese espíritu deportivo del que sólo pueden presumir los americanos cuando quieren y además se sirve de sus compinches Owen Wilson y Will Ferrell para cerrar con broche de oro su tercera y por el momento más destacable aportación al cine como director.