"Los ojos de Julia" es una película más bien mala, pero no mala porque no haya talento en ella, sino porque se ha optado por sacrificarlo para venderla. Sin embargo, reúne suficientes detalles como para intuir que hay una mirada interesante aquí, y no es la mirada de Julia precisamente, sino la de Guillem Morales, autor que se dio a conocer con la mucho más sugerente "El habitante incierto". De su opera prima recicla este director suficiente material como para darse cuenta de que "Los ojos de Julia" no pasa de ser un producto rápidamente manufacturado y empaquetado para venderse como convencional a un público que no demanda mucho más que un ratillo de sustos y verle el canalillo a Belén Rueda.

A ese respecto más o menos cumple, si bien no entusiasma (los sustos son demasiado trillados y el canalillo es demasiado huesudo) y lo más interesante es observar que Morales tiene como un punto morbosillo y voyeurístico que puede dar mejores frutos en un futuro hipotético donde pueda conciliar todas las facetas que parecen insinuarse en su cine: en especial esa prometedora fascinación por las mujeres inválidas, enfermas o impedidas que esperemos no sea impostada cual si tratase de ser un Hitchcock de segunda.

Lo que sí hay que decir es que es un gusto ver cine patrio con un acabado técnico tan impecable: hasta parece que se han gastado el mismo dinero que si fuera una película americana.