Hace algún tiempo, mientras renovaba mis votos literarios trianuales con Agatha Christie, volví a toparme con esa novela. No es de las más conocidas, ni siquiera es muy conocida, lo cual es curioso ya que narra el último caso de Hércules Poirot. Es una novela extraña: en ella, se plantea un nuevo tipo de asesino, no el asesino de facto, sino el asesino-catalizador. Aquel que aprovecha un momento de crisis, de debilidad, de súbita violencia para deslizar la palabra exacta en el oído ajeno y provocar que se desencadene una acción criminal en otro sujeto que en condiciones normales, jamás lo hubiese hecho. Ese asesino, que podría compararse en un nivel más elevado con la conciencia o el yo criminal inherente en casi todos los seres humanos, se parece un poco al Frank de "Cross my heart and hope to die". Un joven apuesto y aparentemente amable que un día aparece en la vida del pequeño Otto y le sugiere una travesura. Una travesura que Otto nunca se hubiese atrevido hacer sin un Frank animándole en el lugar justo y en el momento justo. A partir de ahí, descenso al infierno.

El punto de partida es bueno. El resto, mucha morralla y muy poca capacidad de transmitir nada. La película aburre por exceso de recreación y falta de información. Holst empieza suscitando una razonable cantidad de intriga, pero va perdiendo el hilo a medida que debe tensar el misterio del buen principio al buen final. Como si no tuviera idea de como rellenar los espacios entre uno y otro.

Sin tanta morosidad y tanta rallada entre medias pero tirando de la misma idea, la Christie se marcó "Telón", su mejor novela. Recomiendo leerla. La peli, no.