Hay una cosa que odio en las películas, cuando te toman por idiota, pero hay una cosa que odio todavía más en las películas, que es cuando te toman por demasiado inteligente. El señor Afrosnosky, que además de tener un apellido que se traba en mis dedos vomitando conjunciones imposibles de consonantes puestas a muy mala leche, hace una película sobre matemáticas, llenas de fórmulas y cosas nada fascinantes para contar en un filme, no así en una facultad dedicada a dicha a materia y repleta, a ser posible, de interesados del gremio. Pero bueno, si el señor Aronfonsky supiera hacerlo con gracia, no sé, con un punto de interés, la historia del tipo en su esquizoparanoica búsqueda del valor del número pi con el sano objetivo de forrarse podría haberse revestido de un airecillo misterioso, un algo que captara la intriga del espectador a pesar de lo hardcore de la materia.

Pero no, el Darren Aforonsky es la personificación cinematográfica de ese típico profesor de matemáticas hueso, solterón, feo y retorcido que al revisar el holocausto de notas producido después de alguno de sus exámenes finales, tenía la grandísima jeta de sorprenderse de que, en todo el curso, nadie hubiese entendido ni papa de que era aquello de los logaritmos neperianos.

En definitiva, un coñazo de película y una razón más para alegrarme de haber escogido latín.