La directora hindú Nasreen Munni define el cine de Bollywood como una serie de clichés determinados que se basan en la historia del chico que busca y encuentra a la chica y vence a los villanos. Esta curiosa propuesta de Danny Boyle y Loveleen Tandan recoge la estructura básica de este tipo de cine y le da un aire decididamente occidental, dando como resultado una película algo irregular, una mezcla a ratos chocante del espíritu näif del cine bollywoodiense y otra visión mucho más crítica y europea. No está mal.

La primera parte, un prodigio rítmico que presenta a nuestros protagonistas y los persigue por los mil contrastes, las mil miserias del país indio, está perfectamente calibrada en su fondo y en su forma, tan rica y plena en detalles, tragedias, huidas y aventuras que cuesta separar los ojos o el corazón de lo que está sucediendo en la pantalla. Lástima que a partir de la segunda mitad decaiga un poco la función y pierda bastante encanto en contraste con lo narrado con anterioridad. Los actores adultos son bastante peores que en sus versiones infantiles y la película no sobrelleva bien el cambio de ritmo impuesto por la historia de amor o el lamentable desarrollo de la historia del hermano mayor, bastante horterilla. Boyle recurre a la tentación del golpe de efecto con un final discutible, pero lo arregla un poco con un simpático guiño al cine del que en parte bebe su película.

A criticar algún que otro vicio de cámara que no viene a cuento y la bajada de nivel de A.R.Rehmann con una banda sonora algo menos excelente de las que acostumbra, pero el filme, sin duda, viene siendo de lo más interesante de lo visto en los Oscars de este año.