Qué difícil es tratar tantos temas en una misma película (amor, fracaso, estrés, paternidad, divorcio, madurez, alzheimer...) y hacerlo tan bien como lo hace Campanella.

En los primeros compases, el film parece que no avanza, pero a medida que van pasando los minutos la historia te va engullendo poco a poco hasta que es casi imposible no compartir los sufrimientos, risas, emociones y decepciones de los personajes.

Los actores están exquisitos. Todos. Para el terceto protagonista se agotan los calificativos. Sencillamente magistrales. Eduardo Blanco (pese a tener el que para mi es el personaje más desdibujado y la parte de la trama más deshilvanada) cumple a la perfección su papeleta de caer simpático y tierno. Incluso Natalia Verbeke es capaz de no desentonar (que no es poco, viendo los actorazos con los que se codea).

Visualmente también es un goce. El precioso plano secuencia en el restaurante, con el padre y el hijo hablando por teléfono, o el impecable retrato de un hundido Rafael flanqueado por las nubes mientras firma los documentos, dos ejemplos de maestría en la realización. Campanella no cojea a la hora de transmitir con solo el encuadre y el enfoque. Todo el conjunto tiene un ritmo perfecto.

El guión, lo que nunca me cansaré de repetir que es el 'quid' de la cuestión, es excelente. Quizás haya un par de monólogos algo alargados, pero están tan bien escritos e interpretados que casi no llegan a hacerse pesados. Los diálogos, tan argentinos, cómicos, emocionantes y espontáneos, son de lo mejor. Esconden tantos matices tan 'reales' que es prácticamente imposible no sentirse identificado con algunos de ellos. Genial la crítica a la iglesia. Preciosa la escena del poema de Vicky. Espectacular poder reírse con las salidas de una abuela con alzheimer sin caer en el mal gusto.

Todo. TODO en 'El hijo de la novia' es tan humano que conmueve. Una película inteligente, magistralmente interpretada y filmada y nada artificiosa, que a la vez emociona hasta al más duro.
¿Qué más se le puede pedir? Nada. Gracias Campanella por ese mazazo de realidad pasado por el filtro del buen cine.