"Los Inmortales" es uno de los títulos más importantes de la década dorada del género fantástico: los 80 del siglo XX. El film tiene todas las características de ese cine ya extinguido: un argumento simple, una narración sin dobleces, buenas escenas de acción apoyadas en unos efectos especiales que eran cada vez más espectaculares y personajes carismáticos sobre los que cimentar una historia totalmente fantástica e irreal, algo que entonces los espectadores aceptábamos sin que nos tuviesen que dar ninguna explicación científica o racional como en el cine de hoy en día. Y disfrutábamos como enanos.

Pese a algunos momentos flojos (que los tiene, cada vez más notables con el paso del tiempo, tanto en el guión como a nivel técnico en las escenas de acción), la película es francamente entretenida, con un ritmo ágil pero no frenético como el cine de acción/fantástico actual. La historia del montañés inmortal Conner McLeod, contada con profusión de flashbacks, es tremendamente emotiva además de magníficamente narrada.

Christopher Lambert se marcó el mejor papel de su carrera. Clancy Brown dio vida a uno de los villanos más recordados de la Historia del Cine (Kurgan). Y Sean Connery comenzaba con "Los inmortales" su segunda juventud cinematográfica con papeles de madurito resultón.

Un título mítico para la generación que creció en los 80 y un clásico del género sin ninguna duda, pese a no ser una película perfecta y contar con un final algo blando que le resta enteros a su nota general.