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España España · BARCELONA
Voto de DIEGO:
8
Drama El preso político Lu Yanshi es liberado cuando termina la Revolución cultural. Cuando regresa a casa, descubre que su esposa sufre de amnesia; no lo reconoce y continúa esperando el retorno de su esposo sin darse cuenta de que está a su lado. (FILMAFFINITY)
14 de agosto de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ha estrenado durante este mes de agosto en nuestras pantallas, como si de una película infantil se tratara, o una más de relleno de las que abundan con estos calores, la última película de Zhang Yimou, "Regreso a Casa", producción de 2014; y de una forma u otra, problemas de distribución y retrasos en los que no entraré, le doy la bienvenida con mayor énfasis si cabe en este período de sequía estival. El film nos plantea una dificultosa historia de amor que transcurre durante los años del pleno apogeo de la Revolución Cultural China (1966 - 1976), y con posterioridad a la misma, si es que realmente acabó entonces. Se abre el film con el ensayo de una obra de danza en la que interviene la hija de la pareja protagonista, que encarna la musa del cine chino y del propio director, Gong Li, y un excelente Chen Daoming. En ese ensayo podemos atisbar ya, de la mano de la hija del matrimonio, interpretada por la actriz Zhang Huiwen, el peso de la dureza, disciplina e intransigencia impuesta por Mao durante ese teórico decenio, que sumió al pueblo chino en un trauma todavía por cicatrizar, un lastre que se ha ido perdiendo con las nuevas generaciones. Basta observar ese ensayo, que ejercitan jovencitas de marcialidad acusada con fusil en mano, para darnos cuenta de que estamos en pleno combate abierto contra "El lago de los cisnes", por poner un ejemplo, o con cualquier otra creación artística o reacción intelectual representativa de las sociedades y culturas burguesas, vividas como el anticristo de la dictadura implantada por Mao y sus partidarios, entre los que bien podría hallarse la bailarina Dan Dan, hija de los protagonistas, que enturbia el regreso a casa de su padre cuando escapa de su encarcelamiento, víctima de la represión revolucionaria, impidiéndole también el acercamiento a su madre, profesora como su marido huido, contribuyendo de forma definitiva a su captura; lo denuncia para conseguir bailar, o desfilar, en la obra con la que confraterniza inmersa en el adoctrinamiento maoísta que no le perdonará ser hija de un traidor, relegándola así a un papel que ella no deseaba, quizá el primer desencanto de la joven con el sistema, que proyecta sin embargo contra su padre culpabilizándolo más por su desgracia: una parábola muy bien tratada, quizá toda la película lo sea.
La historia de amor, dulce y emotiva, comienza para el espectador cuando finalmente se produce la liberación del profesor y este regresa a casa junto a su mujer, la cual padece entonces de amnesia. A partir de este punto, el director nos muestra la dolorosa imposibilidad de ambos protagonistas por compartir su amor a causa de la enfermedad mental de la mujer. Las tretas enternecedoras que utiliza el marido por acercarse a su pareja, y la respuesta enfermiza de esta se convierten en el nudo de la película, retratando así de forma conmovedora la frustración afectiva recíproca que sienten ambos personajes. Asimismo, la joven bailarina deja de serlo y sufre una transformación que la acerca a sus padres a la vez que la aleja del partido, incidiendo en el fracaso de la revolución y en el deterioro del pueblo chino que sufrió sus negativos efectos.
Me he alargado antes en lo que, en el fondo, sería tan solo la presentación de la película, sin revelar nada determinante para el espectador, porque en la secuencia tratada y en ese escueto planteamiento inicial pienso que se sustenta el nudo y desenlace de toda la película, de cuya trama poco he explicado, mejor vivirla emocionado en la butaca del cine.
El tratamiento narrativo se caracteriza por la sutileza y delicadeza del cine más intimista de buena parte de la obra de Yimou, y diría yo que del cine oriental en general, en el que el ritmo sosegado se convierte en poesía entrelazada de imágenes, palabras y sonidos que captan al espectador susurrándole; la música minimalista de piano contribuye a ello en algunas secuencias. La fotografía es pulcra y cuidadosa, cálida y acertada en cada plano, madura en definitiva.
Ha regresado Zhan Yimou con su cine adulto, clásico y humano, poesía en movimiento como suele decirse en ocasiones, de esa que tanta falta hace.
DIEGO
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