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Voto de GUSTAVO:
8
Drama Los Ángeles, 1962, Crisis de los misiles cubanos. George Falconer (Colin Firth), un maduro profesor universitario británico y homosexual, lucha por encontrarle sentido a la vida tras la muerte de Jim (Matthew Goode), su compañero sentimental. Encuentra consuelo junto a su íntima amiga Charley (J. Moore), que también está llena de dudas sobre el futuro. Kenny (Nicholas Hoult), un estudiante que se esfuerza por aceptar su auténtica ... [+]
29 de octubre de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La homosexualidad en el cine hasta los años 80 siempre se trató de manera encubierta, oblicua, alegórica, reducida a escenas aisladas o como parte de un tema secundario, nunca en forma directa o como tema central. Aunque del lado femenino, el tema lésbico era tratado mediante guiños pero con admiración hacia sus iconos, lo que más abundó fue el retrato masculino amanerado, travesti, cómico y estereotipado de las comedias hollywoodenses o, a lo mucho, como una dolencia psicopatológica en los dramas de ese mismo origen.
Pero a partir de fines de los años 80 distintos realizadores llevaron historias con un enfoque más imparcial hasta llegar a la actualidad en que podemos ver un cine incluso de tipo cotidiano, carnal, reivindicativo y hasta militante. Directores declaradamente gay como el estadounidense Gus Van Sant o el mexicano Julián Hernandez plasman en la pantalla su particular punto de vista.
El debutante director Tom Ford está en este último grupo y toma elementos del mismo pero no estamos seguros que continuará en dicha línea porque “Un hombre solo” es su ópera prima. La historia es la de George, un profesor universitario homosexual (Colin Firth), cuya pareja, con la que ha estado viviendo dieciséis años, fallece en un accidente de tránsito y, a raíz de ese suceso, se debate en dudas existenciales porque ya no le encuentra sentido a la vida. La historia es simple pero su desarrollo se ensimisma, se regodea y se explaya en imágenes filtradas con el color sepia de las fotos viejas o con el que se gradúan, según sean buenos o malos, los recuerdos de George a quien la cámara no lo deja en paz y lo sigue hasta en sus gestos mínimos exigiendo del actor mucha pericia emocional que para eso están los grandes actores. Los personajes secundarios con Charley (Julianne Moore) a la cabeza, tienen como misión poner a prueba a George y en la dinámica interactiva con los masculinos se incide en primeros planos no de los rostros sino de los ojos y de las bocas buscando una clave de identificación en ese mundo de minorías invisibles en la época de la crisis de los misiles en Cuba y de la persistente cacería de brujas contra todo lo sospechoso de revolucionario o vanguardista. De paso, estas escenas consignan un paralelo sobre el amor heterosexual, un pequeño retrato de iniciación sexual y otro de promiscuidad.
La película es, a fin de cuentas, una elegíaca constatación de una promesa de amor, hecha con mucho propósito estético, exquisita hasta en el mobiliario y el vestuario pero con un barroquismo que le pasa factura en el afán, por parte del diseñador de modas metido a director de cine, de buscar un estilo propio.
GUSTAVO
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