El problema de sustentar el 90% de los gags o chistes en las diferencias idiomáticas o de pronunciación hace que esta película, fuera de su país de orígen, valga menos que un chicle pegado en el suelo. Resulta que en el norte de Francia vive gente que habla distinto, arrastrán la lengua de otra manera, son más campechanos, qué sé yo, el asunto es que los franceses del sur- gente más refinada, supongo- no entiende nada cuando los escuchan. Y ocurre que a un tarado que trabaja en la empresa de correos lo sancionan enviándolo a trabajar al norte. Entonces se supone que uno debe reírse porque el tipejo no entiende nada de lo que le hablan o porque el lugar es de una hostilidad tan cruel que llueve de vez en cuando y hace un poquito de frío. Todo es simple en esta historieta. Actuaciones normales tirando para mediocres, personajes que encarnan el cliché-ese tipejo que tiene 35 y vive con la mamá dominante ya está podrido de tan visto-y bromas sin sabor al por mayor. Todo esto podría pasarse, pero lo que molesta es ese tono quejoso falso, ridículo y pueríl que hacen que el cambio que sufre el protagonista sea más predecible que el alza del petróleo. Basura en estado puro. Lo más chistoso es que esta película sea la más vista en Francia. Me río a carcajadas. Películas así me hacen pensar que sería necesaria la instauración de la guillotina para los creadores de semejantes patadas en el bajo vientre.
Si quieren ver una comedia francesa decente recomiendo "la cena de los idiotas", de humor universal y diálogos entendibles.