Quienes somos homosexuales y por diversos motivos no tuvimos un ambiente de libertad en nuestra adolescencia (y vaya que aun sigue siendo relativa dicha libertad), vemos con ojos de nostalgia y deseo, un recuerdo inexistente de lo que pudimos haber tenido, pero no. Para los espectadores más jóvenes, en un país que está atravesando por la mayor cantidad de legislaciones a favor de los matrimonios igualitarios, identidad de género y prohibiciones de terapias de conversión, la serie se convierte en un rayo más de esperanza de tener ese primer amor.

La homosexualidad fue tratada durante un tiempo, como un elemento cómico, el gay afeminado o la travesti chistosa, evolucionaron (los personajes no las personas) en seres más complejos, pero cuyos destinos eran inevitablemente el dolor, el sufrimiento o la muerte. De años para acá -y muy a pesar de la constante crítica de inclusión forzada- es que las producciones de estas realidades se han volcado a los jóvenes, a poder tener los referentes de un romance adolescente cómo hemos visto muchas veces en parejas heterosexuales.

Es por ello que aquí podemos conocer la historia de Nick y Charlie; el primero, un joven deportista, considerado «el rey del rugby» en la escuela donde estudia; el segundo, un joven más reservado que ya ha salido del clóset y por ello vivió todo un año de bullying. Ambos se topan en un salón y las emociones no harán más que finalmente llevar a conocerse ellos mismos, interna y externamente.

Hay una escena donde Nick le dice a Charlie que pide mucho perdón; me caló en lo profundo porque me recordó esas épocas en las que también me disculpaba por todo, especialmente en las primeras citas. Pareciera que ser parte de la comunidad LGBT y sobre todo cuando estás descubriéndote te hace sentir culpable. El mismo Nick llega a vivir eso más adelante.

Pero la serie no solo se enfoca en ellos y es por eso que tenemos también una pareja lesbiana, una joven trans y un chico heterosexual; todos reflejan sus miedos, sus vivencias, sí, dignas de la adolescencia. Estos personajes, algunos más que otros, dan un aporte que en casi ningún momento se siente de relleno.

Estos ocho episodios de la que espero sea su primera temporada, nos permitió conocer que aun existe discriminación entre los jóvenes, el conservadurismo no ha cedido y en el contexto político global parece ir tomando terreno, por lo que las nuevas generaciones, en su momento, tendrán su propio choque ideológico.

La participación de Olivia Colman es exquisita, su talento y disposición para el personaje que interpreta elevan la serie a lo máximo, sumado a la actuación de Kitt Connor, Corina Brown y Rhea Norwood, quienes son a mi juicio, de lo mejor en el reparto juvenil. Joe Locke no se queda atrás, aunque siento un poco exagerado su actuación, solo un poco.

El ritmo de cada episodio es sumamente disfrutable, tan dinámico que nunca se siente pesado y apoyado en su historia, la consumirás una y otra vez.

Heartstopper es vital para muchas personas que sin duda se verán reflejadas. Una serie que se convertirá en un referente, sí, es muy rosa y melosa, pero que equilibra la balanza a otras realidades más trágicas de la comunidad LGBT+.