Esta no es una pelicula de amor. En un mundo cada vez más caótico y deshumanizado, "Contigo, contigo, y sin mí" nos lanza a la percepción irrefutable de lo que existe en el subtexto de las relaciones humanas: la importancia de la vulnerabilidad y la fina línea que separa el afecto por el otro y el amor propio y, además, une expectativas, dolor y (re)construcción de uno mismo, aunque inconscientemente.

A través de la narración de las cuatro relaciones amorosas que marcaron su vida, la directora Amaya Villar Navascués nos ofrece un retrato íntimo y honesto de su propia experiencia, que nos conecta con nuestros propios sentimientos y emociones.

El coraje de Villar Navascués para compartir aspectos tan personales de su vida es admirable. En un mundo lamentablemente sexista, donde las mujeres aún son juzgadas por su sexualidad y sometido a roles sociales restringidos, su película muestra que afrontar la complejidad de las relaciones no es una tarea exclusiva de las mujeres, sino que requiere reflexión, práctica, personal y sobre todo conjunta.

La película es también una obra de arte elocuente y conmovedora. La combinación de documental y animación crea un lenguaje visual único que nos permite sumergirnos en la historia de la protagonista. La edición es precisa y fluida, y el guion es inteligente y reflexivo.

Navascués consigue, con tacto, cariño e inteligencia emocional, poner en pantalla lo que queda o se pierde en la memoria. La película nos recuerda que la vida es un proceso continuo, un camino errante sin ninguna guía instructiva. Contigo, contigo, y sin mí es una película que nos deja con una sensación de esperanza y optimismo. Después de todo el amor, el dolor, la alegría y los nuevos comienzos ilustrados por esta hermosa película, existe la sensación de que todo lo experimentado vale la pena y que se obtiene más de lo que imagina. Enseña, incluso, que en el medio de la adversidad, el amor puede ser una fuerza transformadora.