Dos hermanos de Guisconsin apenas duermen porque una especie de zurullo con garras acecha debajo de la cama. Incomprensiblemente se niegan a contar a sus amigos, vecinos, novias lo que ocurre, y mucho menos a su padre. Un padre por cierto que no se sabe si es un maltratador, un tarado borracho o es que simplemente interpreta mal un guión tontuno.
Y así va pasando la peli durante los primeros 68 minutos intentando crear un ambiente tenso y expectante, pero lo cierto es que sólo consigue un desarrollo lento, soporífero, inconsistente y patatero. Finalmente, hacia el minuto 70 se desata la furia del mutógeno, así, de repente, ¡Hala!, ¡a comer!.
Y bueno, los brazos del bicho no están mal y las arrancadas de cabeza molan, pero luego se les va la pinza con el submundo precipitando todo de manera absurda, insípida, incolora y muy, muy estándar. Una cochambre sin sentido con un guión salido de una galleta de la suerte de los chinos.