Esta película lo tiene todo: buenos actores (Robbins y Freeman), buena dirección, momentos dramáticos muy emotivos, giros del guión, un final impresionante... Le faltó el respaldo de la Academia, porque sin duda se merecía alguna estatuilla. La figura del narrador (Freeman) nos va guiando por la vida y desventuras que sufre junto a sus amigos convictos, en especial con respecto al personaje interpretado por Robbins. Es una historia de miseria, esperanzas, culpa, arrepentimiento, desolación, camaradería, abuso de poder... Quizás los momentos más tristes sean los que aparece el bueno de James Whitmore. Lágrimas aseguradas.
Al final, se trata de una historia donde no todo es lo que parece, y donde las apariencias engañan. Obra maestra.