Una historia visualmente superior a todo lo visto antes. Ese sería el breve resumen de este film, pero no haría justicia a la película, ya que no merece ser tratada como Avatar (con la que guarda similitudes, al explotar el 3D en todo lo posible y tranportarnos a un mundo de fantasía visualmente espectacular), cuya historia carece de todo tipo de carisma y ha subido al olimpo de grandes películas gracias a la gran afluencia de público que lleno las salas para verla durante meses.
La vida de Pi, es una película que básicamente se basa en la fe, la cual debe tener el protagonista para no derrumbarse en toda la película y el espectador para avanzar en la historia del relato sin ponerle demasiadas pegas. Las creencias religiosas son realmente el tema principal de la película, aunque está tratado de una manera indirecta, el curioso Pi indaga en varias religiones sobre las que finalmente, al final de su periplo, obtendrá su propia respuesta.
Tratado de manera suave el trasfondo de la película(no quería poner ningún spoiler), toca hablar de la trama, la cual en mi opinión, y puede que me viese afectado por la hora a la que fui a verla al cine, es una montaña rusa algo especial de sensaciones. En un principio, con la presentación del personaje se hace tediosa, aunque es totalmente subjetivo, ya que supongo que dependerá de lo que se empatice o no con el personaje desde un comienzo. Cuando llega el momento del naufragio y empieza la acción empiezan a desarrollarse los mejores momentos de la película en la que se recrea la tormenta de una manera sublime y en las que Suraj Sharma goza de sus mejores minutos de interpretación. Pero la película vuelve a decaer en un ritmo parsimonioso y cargante mientras se desarrolla la relación de Pi con el tigre de bengala. Como he dicho antes es una montaña rusa, especial, pues acaba, como ninguna otra en el punto más álgido de la atracción. Y es que la etapa final es para enmarcar, con acción, fantasía, sensibilidad, amistad, fidelidad, realismo y un cierre ejemplar, de esos que si te gustan, se te quedan grabados en la retina por mucho tiempo, por lo que los momentos en que no conectabas en la película quedan atrás, dejandote un buen sabor de boca tras acabar.
A resaltar aparte del trabajo de Claudio Miranda en la fotografía y el equipo de efectos especiales, que son el verdadero motor de esta película, la interpretación de Suraj Sharma, el cual se enfrentaba a un gran reto. El joven actor está en el centro de una superproducción debutando en el cine y el resultado es notable, sin llegar a ser memorable.