Por si silve de algo, Kick-Ass 2 me produjo una sensación bastante similar a la de la primera peli: una mezcla de a ratos diversión y a ratos incomodidad. Diversión por unos diálogos bastante afilados cortesía principalmente de la fuente original, el cómic de Mark Milar, unos personajes con gancho y bien perfilados y una trama absorbente que juega con los convencionalismos del cómic de superhéroes para pervertirlos de forma bastante perturbadora (y en el cómic, bastante más aún). La incomodidad cuesta más explicarla.

Se suele hablar mucho de que nuestra cultura banaliza la violencia y la convierte en algo divertido y vistoso; un espectáculo para todos. Bueno, es innegable que violencia es una parte más inseparable del ser humano, pero si hay una fraquicia con la que no puedo evitar sentir esa sensación, esa es Kick-Ass. Y cuando hablo de violencia, hablo de violencia de muchos tipos: física, verbal, social. No puedo evitar revolverme en la butaca cuando escucho al público de la sala partirse de risa ante la presentación de dos personajes cuya motivación es la desaparición de su hijo. No es una risa incongruente: la película les presenta como dos personajes ridículos, como sus ridículas camisetas con una foto de su hijo.

La película entera está teñida de momentos así, en los que el humor surge de reirse de algo terrible que le está pasando a alguien. Alguno estará pensando que me lo tomo muy en serio y que en eso consiste el humor negro, pero el problema con Kick-Ass es que juega a la deconstrucción de géneros; es decir, que esto no es una peli de superhéroes al uso en que todo es irreal y de pega y sabemos que Superman no se morirá, sino que la clave es que la peli plantea esto como lo que pasaría en la realidad, y a partir de ese momento ya no me puedo distanciar tanto de lo que ocurre en la pantalla como para encontrarlo "cómico". Sólo hay una escena notable en la película en la que las consecuencias de los actos de los personajes son tratadas con el dramatismo que tendrían en la realidad (ver spoilers)*.

En fin, dejando el rollo filosófico aparte, si alguien me sigue leyendo, sólo quiero añadir que a nivel interpretativo la peli se beneficia de un montón de actores que aportan muy buen hacer a cada uno de sus personajes: Chloë Moretz está magnética y llena de matices y es el centro emocional de la peli, Aaron Johnson aporta esa nobleza y esa cualidad empática a su personaje que ya le proporcionaba en la primera parte, Christopher Mintz-Plasse está fantástico en su interpretación de un villano a la vez patético, divertido y terrible, y hereda el puesto de Malo Principal sin ningún esfuerzo aparentemente, y John Leguizamo hace un papel bastante breve pero memorable como mentor del villano que le aprecia de verdad y trata de hacerle de brújula moral en un papel bastante ambiguo moralmente y que sin embargo se acaba haciendo entrañable y divertido.

Y como peli en general, un poco peor que la primera: menos original, con menos ritmo.