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España España · Alicante
Voto de paco v:
Intriga. Terror Una carta que hace sospechar que una joven desaparecida ha sido asesinada lleva al sargento Howie de Scotland Yard hasta Summerisle, una isla en la costa de Inglaterra. Allí el inspector se entera de que hay una especie de culto pagano, y conoce a Lord Summerisle, el líder religioso de la isla... (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2022
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En su artículo "La pesadilla", el escritor inglés G. K. Chesterton escribía a principios del s. XX: «nada hay tan delicioso como una pesadilla cuando la reconoces como tal. Esto es lo esencial. Este es el rígido límite que se impone a todos los artistas que trabajan con ese lujo que es el miedo. El terror debe ser fundamentalmente frívolo. La cordura puede jugar con la locura, pero es inadmisible que la locura juegue con la cordura».

[Aviso: sin desvelar la trama, lo que sigue a continuación antes del spoiler puede condicionar el visionado de la película].

Pues bien, la incalificable El hombre de mimbre lo hace: sobrepasa dicho límite e intenta plantearnos una pesadilla de la cual no podamos escapar.

Eso sí, lo anterior no quita para que la película sea encantadora (tremendamente encantadora). Su canción principal, Willow's song, al igual que la escena que la incluye, son irresistibles, por no hablar de su agudeza o del fino sentido del humor que recorren todo el film.

Pero, recordemos, la seducción siempre ha sido también una argucia atribuida a “lo diabólico” y “lo maligno”, y, como digo, El hombre de mimbre va de eso, de intentar ser premeditadamente diabólica y maligna. De manera que, con la excusa de la saludable castración simbólica atribuible al género del terror (y a las pesadillas), se vuelve gratuitamente violenta.

Por cierto, una gratuidad que recuerda al comportamiento de los niños cuando rompen cosas deliberadamente, y del que pienso que es su particular forma de plantear preguntas: son ignorantes hasta para hacerlas (a lo que se sumaría, intuyo, cierto sentimiento de omnipotencia, así como un innato y ambiguo rencor -quizás a cuenta de aquello mismo, de la ignorancia-).

Pero en el mundo adulto, para mí, llegado un punto, la violencia arbitraria no es sino eso: claudicación, renuncia al pensamiento; una de las válvulas de escape que utilizamos ante la dificultad de la vida (la salida más visceral y directa).

Este rechazo mío a una violencia que, por tanto, también podríamos llamar compensatoria o estabilizante (y, sobre todo, rechazo a su versión legitimada y asumida), no siempre ha sido compartido. Por ejemplo, para el controvertido antropólogo francés y coetáneo de Chesterton, el enfant terrible George Bataille, la violencia es una forma de encuentro con uno mismo allí donde la razón no alcanza, y para el filósofo alemán de principios del XIX Joseph de Maistre la violencia sobre el inocente es el verdadero y necesario motor de la historia.

No habría que descartar entonces que el problema lo tuviera yo, por ser demasiado sensible (nunca me ha gustado que me despierten con petardos, o que me arranquen un diente que está sano). Pero, sinceramente, en este caso no lo creo, y solo deseo que quien vea El hombre de mimbre pueda sobrevivirla y seguir diciendo después aquello de "lo que no mata, engorda". Es lo que intento a continuación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
paco v
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