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España España · valencia
Voto de el feroz:
6
Drama. Romance En un hotel al viejo estilo conviven desde hace tiempo varios huéspedes fijos. Un militar retirado, con una gloriosa hoja de servicios, que teme que un suceso poco honroso llegue a comprometerle, una madre estricta y decadente que vive con su hija, un matrimonio fracasado, un profesor de cultura griega... Viejas historias y nuevos problemas que se hacen carne viva entre los barrocos muros del hotel. (FILMAFFINITY)
21 de diciembre de 2021
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Como decía Tolstoy, todas las familias felices son iguales, pero las desgraciadas lo son cada una a su manera. Por extensión, también es aplicable a los individuos: así lo debió pensar el gran Terence Rattigan cuando compuso su famosa obra, más adecuada para el West end londinenese que para una adaptación en fotogramas.

Delbert Man, con un espíritu, casi tan atildado como el de la insoportable madre de Débora Kerr en la película, lleva a la gran sábana blanca una obra dramática destinada por su discurso a otros derroteros distintos al espectáculo moderno, y lo hace con un pulso, casi carente en su totalidad de lenguaje cinematográfico, a base de encuadres de cámara de anodina perfección, que no tiene otro objetivo que servir de marco al texto, que por otra parte, desde mi humilde opinión no es de los mejores de su autor.

Desde la madre insoportable y dominadora, pasando por el borrachín venido a menos, la solterona fea y misántropa, y finalmente terminando con el militar verborréico, del cual me resulta absolutamente indiferente su propensión al acoso en las salas oscura, y en cambio, sí me afecta, y mucho su dicción y gesto cursi, casi rayando en lo "amariconado", bastante extraño en un supuesto héroe de guerra, al final Mann demuestra hasta que punto el subrayado en negrita de los estereotipos resulta coherente en los salones del teatro y chirriante en las salas de cine. Carne de escenario en definitiva.

Con todo, las mesas separadas de Delber Mann, constituyen un hasta cierto punto ejercicio de estilizado buen hacer, que en ningún momento apasiona, pero al menos se esfuerza, y lo consigue a ratos, por no irritar. El espectador sale con la extraña sensación de que no sólo la fotografía es en blanco y negro. Los grises campan por sus respetos demostrando que la expresión teatro teatral, cobra un sentido nada retórico cuando se aplica al séptimo arte.
el feroz
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