17 de septiembre de 2017
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Tim Burton empieza a dar síntomas de debilidad con una producción con la que podría haber vuelto a conquistar al público, con un relato que invitaba a ser optimistas, al contar con elementos idóneos para el particular cine de su director, pero no convence por completo. Detrás del espectáculo que ofrece, se supone que hay magia misterio y cosas nuevas, pero lo que hace en realidad es caer en un bucle artístico, con el que deja la sensación de haber comercializado su propio arte y espíritu. Ha vendido su personalidad al mejor postor y ha hecho que las grandes productoras, dominen la función con unos efectos especiales que no llegan a convencer.
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