Recreación por parte de Stephen Freas, de los acontecimientos que se sucedieron tras la muerte de Lady Di tras un fatal accidente, plasmando el contraste existente entre la posición de la corona y el clamor popular.
Se centra en la semana posterior al accidente y recrea las conversaciones que mantuvieron la reina Isabel y el ministro Tony Blair, reflejando la posición negativa de la casa real británica a celebrar el funeral y rendir homenaje a la reina del pueblo.
A pesar de ser una historia reciente e intuida por muchos, ofrece una visión nítida de las convicciones más tradicionales de la monarquía, desarrollando con buen pulso narrativo toda una trama de conveniencias, en una época en la que la familia real británica vio tambalear su imagen.
Destaca en su reparto la sensacional presencia e interpretación de Helen Mirren, merecida ganadora del Oscar por este papel, en el que consigue plasmar meticulosamente los gestos de la reina, ofreciendo la imagen de un personaje frío, distante y contenido, movido por su educación monacal.
Mencionar en este punto e incluso aplaudir, la decisión de Helen Mirren de declinar la oferta de recibir un premio de manos de la reina, haciendo ver de alguna manera, que no tiene una gran admiración por el personaje que interpretó.
Otro de los grandes destacados, es la acertada selección de Michael Sheen como Tony Blair, que al igual que su personaje, queda relegado a la sombra de la reina, en este caso Helen Mirren.
Stephen Freas plasma con buen tino los acontecimientos que se produjeron tras la muerte de la princesa, empleando imágenes de archivo, con los que consigue recoger el sentir de una nación, conquistada por un personaje entrañable, logrando un elegante equilibrio entre realidad y ficción.
Nos encontramos ante el retrato de una reina que hace gala de su mimetismo, para sobrevivir al paso del tiempo y a la evolución de la sociedad, haciendo frente a la sombra de todo un icono, que hizo tambalear la imagen de la familia real británica.