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Voto de Polimnia:
5
Western. Drama Vern Haskell recorre todo el Oeste en busca del hombre que violó y mató a su prometida. Alguien le dice que quizá lo encuentre en Chuck-a-Luck, un rancho que sirve de escondite a toda clase de criminales y cuya propietaria es la cantante Altar Keane. Para entrar en el rancho sin despertar sospechas, se hace pasar por un forajido. El problema es que en ese lugar hay una norma inviolable: está prohibido hacer preguntas. (FILMAFFINITY)
29 de septiembre de 2014
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez tendríamos que dirigirnos a Bette Davis para saber el precio de ser una mujer fuerte en la industria del cine norteamericano, y así, a la vez, podríamos preguntarle cómo Joan Crawford y Marlene Dietrich consiguieron liderar dos westerns, siendo, precisamente, mujeres.

Aún así, debo ser sincera y confesar que "Encubridora", traducción/adaptación más o menos ridícula/explícita de "Rancho Notorious", que en este paralelo nos favorecerá, ya que desplaza la atención del espacio principal de la película, a la cualidad de su protagonista; es un western que al lado de "Johnny Guitar" (Nicholas Ray, 1954) queda ostensiblemente ensombrecido y superado. Pero "Encubridora" guarda una curiosidad más, sabíamos del desembarco de Dietrich y Lang en Hollywood, pero ¿Fritz Lang dirigiendo un western en 1952? Aunque sea por el prurito de ver al pionero vienés nadar intentando guardar la ropa, resulta divertido.

Tanto Vienna como Altar habían pagado un alto precio por conseguir conquistarse, pero aún la protagonista de "Encubridora" había tenido mayor suerte que su compañera. La acompañaba el hombre que amaba, Frenchy Fairmont (Mel Ferrer), el pistolero más afamado de la región, precisamente, como Johnny Guitar (Sterling Hayden), aunque este quería dejar atrás esa faceta, no era solamente un criminal; desgraciadamente, Frenchy no fue capaz de esa toma de conciencia, y frustró la de Keane.

Puede que la mayor desgracia de Vienna fuera la de la total asunción de su situación, su destino y su expiación, abocada a la pura suciedad de Dancin’ Kid (Scott Brady) y su banda, y al hostigamiento convertido en costumbre del pueblo. Y la soledad y la desconfianza. La tensión continua. Qué tristeza que una mujer fuerte e independiente como Vienna tan solo inspirara temor y debiera ganarse el respeto a base de tiros, y no pudiera desprenderse de la verdad a gritos…

Y Emma, una naturalísima e instintiva Mercedes McCambridge, uno de los que posiblemente sea de los peores papeles femeninos que puedan verse en pantalla, levanta el ensañamiento de la población, pero por la más baja condena y auto-degradación, los celos. Aunque si supiera realmente a quién ama Vienna… No me cansaré de reclamar el protagonismo de Emma y Vienna, a las que el título de "Johnny Guitar" no les hace justicia, especialmente a la protagonista, sin duda, su personaje desborda en envergadura al del músico. Además, es una pena que el personaje de McCambridge haya sido juzgado tan injustamente, efectivamente por la antipatía que despierta, pero no se la puede reducir simplemente a una mujer “mala”; y no caigamos en reducir su perfidia a veleidades amorosas. Tampoco seamos cursis, ya que Johnny Guitar también puede verse como una magnífica y certera crítica a la infame “Caza de brujas”, una lacra más del McCarthismo.

Altar vive feliz con el esporádico Frenchy en su rancho, conocido como "Chuck-a-luck", la inconstante fortuna les sonríe en su aislamiento, y el 10% de los botines que la exbailarina cobra a sus criminales huéspedes, parece que sirve para mantener boyante la explotación. Puede que Altar Keane ya fuera una mujer abocada a la prostitución, profesión que encubría con la de cantante, antes de conocer a su amor; pero con este, se enzarzó plenamente en el oficio de la complicidad. Sin preguntas, sin necesidad ni voluntad de conocimiento, solo lo acordado. Pero la complicidad tácita tan solo es un miedo que pretende enmudecer el remordimiento, descubrir la procedencia de esas descomunales cantidades de dinero y esas joyas… de ese bello broche que le permite la noche de su cumpleaños volver a ser mujer.

Escasas y simbólicas veces las veremos vestidas con un atuendo femenino; no cometeré el error de enjuiciar anacrónicamente estas películas, y más cuestiones tan delicadas que nos afectan a todos, pero tanto Vienna como Altar no pueden permitirse ser mujeres. Y de acuerdo que estos films vinculan tal sexo a la belleza física, la coquetería, la volubilidad y especialmente, a la carencia de una personalidad fuerte y decidida, y a la inferioridad respecto al hombre, a ser un mero juguete de sus impulsos. Pero al fin y al cabo, las dos protagonistas deben negar su identidad, una parte de sí mismas para “masculinizarse”, siguiendo en ello cierto patrón de masculinidad también muy restringido; y gracias a este ardid, caen en uno de los mayores errores de todos los machismos y feminismos: negar los sentimientos por temor a la debilidad. Por esta regla de tres, en "El hombre que mató a Liberty Valance" (John Ford, 1962), Hallie (Vera Miles) debería haber escogido a Tom (John Wayne) antes que a Ransom (James Stewart)… Y Vienna debería haber renegado de Johnny…

Mientras Vienna se volverá ebúrnea, la renombrada Altar ostentará en su cumpleaños un esplendoroso vestido sureño, aunque no tanto como el terciopelo de Scarlett O’Hara, además de un lacerante broche para Vern (Arthur Kennedy), como lo será el reloj del Indio (Gian Maria Volonté).

"La muerte tenía un precio" (Sergio Leone, 1965), segunda parte de la trilogía del "Dólar", serie ayudada en español por unas adaptaciones de los títulos tremendamente efectistas, aunque cabe reconocer que mejoraban significativamente los originales y casaban perfectamente con la idiosincrasia leoniana; resulta, en mi impopular opinión, la mejor película de las tres, ya que Leone consigue trascender el maniqueísmo clásico de los personajes del western clásico y del suyo en particular, y todo ello está contenido en el carillón “proustiano” que estremecerá eternamente al Indio, que afortunadamente no fue un personaje desaprovechado como el simple abyecto de Kinch (Lloyd Gough).

Reseña completa en: http://www.relatoenmarcado.com/2014/09/29/encubridora-johnny-guitar-la-muerte-tenia-un-precio/
Polimnia
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