Admirable, elogiable, fresca, divertida, diferente… Estos son algunos de los numerosos adjetivos que se le pueden atribuir a este film, rodado por Sydney Pollack e interpretado por un genial Dustin Hoffman.

Son muchas las razones por la que este film en su época tuviera que ser muy rompedor y trascendental, y para que hoy en día, siga siendo un pilar básico del género cómico y para todo aquel que ame el buen cine y esté dispuesto a ver de todo. Su planteamiento, muy original, nos relata la vida de un excéntrico y perfeccionista actor que no encuentra ningún trabajo debido a que resulta ser muy difícil trabajar con él. Ya sin ninguna otra opción, y con la necesidad de capital para financiarse su propia obra, decide hacerse pasar por mujer y así conseguir un papel en una serie televisiva. Su actuación provocará un enorme shock a todas las personas que trabajan a su alrededor y será toda una figura para las mujeres de la sociedad, que van viendo cómo deben reivindicarse para conseguir ser reconocidas iguales al hombre.

Sí este film destaca por algo, es por su flagrante valentía, tratando temas que en los ochenta eran tabúes, como son el travestismo y la homosexualidad, todo vestido con unas situaciones muy originales y divertidas gracias a su gran trabajado guión, plagado de momentos que rozan el sobresaliente.

El reparto, está genial, donde destacan una fresca Jessica Lange y el mismo Pollack ejerciendo de agente del protagonista. Pero la guinda al pastel la pone Dustin Hoffman, transmitiendo un personaje de lo más divertido y totalmente alejado a otros roles que el actor haya interpretado en toda su carrera.

Estamos ante una cinta de visión más que recomendable, que por desgracia, fue una incomprendida en la ceremonia de los Oscars ese respectivo año y que hoy en día, ha quedado algo olvidada. Aquellos que no le den una oportunidad, no saben lo que se pierden…